28 de agosto de 2015

[BMS] Capítulo 06: Testigo

Ciaossu~!!
Wow~ Ya es viernes D: Esta semana se me pasó volando -__-
Les dejo el sexto de BMS ^^
Enjoy y hasta la semana que viene~ ^3^ ♥


Título: Before my soul was no longer mine.
Fandom: Johnnys.
Pairings: OkuTego [Okura Tadayoshi x Tegoshi Yuya], RyoTego [Nishikido Ryo x Tegoshi Yuya]
Formato: Multi-chaptered.
Capítulo: 06/ 08
Género: AU, romance, smut, violento.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Cantidad de palabras: 4323.
Sinopsis: Después de haber sido llamado por Jin, Yuya se da cuenta que pese a que sí es él quien lo llama con frecuencia, no fue él quien abusó de él aquella noche. Esto inquieta a Ryo, quien debe tramar algo lo más rápido posible para separar definitivamente a Tadayoshi y Yuya.

( Capítulo 05: Acercamiento )


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Capítulo 06: Testigo.

— “Creo que deberías hablar con Okura-kun al respecto”, le había dicho Keiichiro.
— Te estoy diciendo que no puedo.
— “¿Por qué no haces la denuncia?
— ¿Estás oyendo que tienen fotografías mías?
— “¿Y? Después de todo, ellos te obligaron. No fue consensuado.
— Déjame decirte que en las fotos parece todo lo contrario.
— “Te drogaron…
— Kei-chan… No. Simplemente, no — El timbre interrumpió su llamada telefónica, por lo que saltó de la cama —. Creo que llegó mi madre, tengo que irme.
Al otro lado de la línea, Keiichiro suspiró.
— “Al menos… intenta charlarlo con alguien que pueda aconsejarte, ¿de acuerdo? Hazme ese favor a menos que quieras que vaya corriendo a buscarte.
— Gracias, príncipe — Se sonrió el aludido, abriendo la puerta de su casa, para hallar a Ryo.
— “De nada, mi princesa. Que tengas un buen día.
— Igualmente — Se despidió lentamente, ante la sorpresa de tener un invitado tan temprano —. Buenos días.
— Buenos días — Dijo, entrando a la casa —. No pensé que estarías despierto a esta hora…
— Lo mismo digo — Sonrió el rubio, cerrando la puerta a su paso.
— ¿Hablabas con Okura?
— No, ¿por? — Le preguntó, dedicándole una mirada de reojo mientras calentaba algo de agua para hacer un té.
— Por tu sonrisa — Dijo, acercándose a él y apoyando su cuerpo sobre el borde de la mesada —. Sólo sonríes de esa forma cuando hablas con él.
— ¿Lo hago?
— Lo haces.
— No, no estaba hablando con Tatsu. Es más… hace mucho tiempo que no hablamos por teléfono.
— ¿Por qué? ¿Tienen problemas?
— Mhh… No. No son problemas exactamente… No de… pareja — Mientras hablaba, se le vinieron a la mente las palabras que le había dicho Keiichiro y, al mismo tiempo, unas que Ryo le había dicho hacía ya un tiempo —... Ryo-chan…
— ¿Mh?
— Dijiste que podía contar conmigo para lo que quisiera, ¿cierto? — En su mirada Ryo vislumbró súplica, pero aunque quisiera entrever en sus palabras, no logró entender qué quería decirle.
— Tegoshi… Claro que puedes — Le dijo, finalmente, agarrando una de sus manos. Yuya suspiró y sollozó. Quizás por la cobardía de decírselo mirándolo a la cara, el rubio apoyó su mejilla sobre el hombro de Ryo y empezó a hablar.
— Yo… fui abusado. No sé cómo sucedió, pero… Un grupo de personas abusaron de mí. Me amenazaron con que iban a regar el pueblo con unas fotografías que me sacaron, y que le dirían a todo el mundo lo sucedido. Que se lo dirían… a Tatsu. No puedo acercarme a él. Pero cada vez que quiero alejarme, algo me lo impide. Es como si mi corazón, pese a todo eso… no pudiera hacerlo.
Ryo no podía evitar sonreír. Sentía unas ganas tremendas de reír a carcajadas, pero no podía. Aunque Yuya no lo estuviera viendo, aún así, ladeó su cabeza en sentido contrario al que él estaba y se cubrió la boca con una mano, mientras la otra, acariciaba cínicamente los cabellos del rubio. Cuando se dio cuenta que el monólogo de Yuya había finalizado, intentó recobrar la compostura, aclarándose la garganta.
— ¿Abusado? ¿Cuándo?
— Hace como un mes… o más…
— ¿Quién fue?
— No lo sé… No lo recuerdo — Reconoció Yuya, alejándose de él para prestar atención al agua hirviendo.
— ¿Cómo que no lo recuerdas? 
— Ryo, no lo sé. Me drogaron. La verdad es que por más que intento hacer memoria, no logro atar todos los cabos. Lo único que siento al recordar eso… es dolor… y repulsión por mí mismo.
Al verlo así, tan poco desesperado, sintió que sus planes no estaban surtiendo efecto. Fingiendo sentir lástima por él, se le acercó y acarició su espalda de arriba hacia abajo.
— Entonces, ¿no puedes decírselo a Okura?
— No…
— ¿Por qué no le dijiste nada a nadie? ¿Acaso te están molestando?
— No es eso, pero… tengo miedo. Cada vez que me llaman por teléfono, aunque me haga el fuerte, la verdad es que quiero rogarles que me dejen en paz. Pero ese tipo de personas… creo que se aprovecharían de mis palabras y me harían hacer cualquier cosa mientras yo estoy desesperado.
— ¿Aún no lo estás? — Yuya lo miró —. Desesperado — De nuevo, Yuya se dio cuenta que la mirada de Ryo no parecía ser esa que él siempre había acostumbrado a ver.
— No. Aún no. Pero créeme que mucho no me falta. Aunque las llamadas ya no sean constantes, cada vez que suena el teléfono, te juro que se me crispan los nervios.
— ¿Dijeron que te llamarían?
— Sí, pero…No quiero que lo hagan. Aquí tienes — Le dijo, entregándole una taza de té. El sonido de su teléfono celular, hizo que girara la cabeza hacia donde estaba mencionado aparato y vislumbrar el número que lo estaba llamando. Al ver el pálido rostro de Yuya, Ryo se dio cuenta de quién era esa llamada. No supo si había sido obra de Dios o del Diablo, pero se acercó más a la segunda opción —. ¿Me… disculpas…? — Ante su pregunta, Ryo asintió. Yuya fue escaleras arriba a atender la llamada a la cual Ryo estaba más que atento intentando hacer el menor ruido posible —. ¿Diga?
— “Buenos días, Tegoshi-kun. ¿Cómo estás?
Su voz sonaba un poco tosca, pero sabía que era él.
— ¿Llamaste sólo para saber eso?
— “Quiero que vengas a casa.
— Tengo que ir a la secundaria.
— “¿Qué te dije?”, le preguntaron, al otro lado de la línea, después de lo que pareció ser una pausa interminable. “Te dije que debías estar disponible cuando yo quisiera, y quiero que estés disponible para mí… ahora mismo. No es muy difícil de comprender, ¿no es así?
Yuya suspiró. Se dio cuenta que no tenía escapatoria, pero no sabía cómo proceder con Ryo en la planta baja.
— ¿Adónde? — Accedió, finalmente. Cuando cortó la llamada, bajó los escalones que lo separaban de Ryo, quien lo miró.
— ¿Sucedió algo malo?
— No, nada. ¿Puedes adelantarte a la escuela? Tengo que pasar por otro lugar antes.
— Está bien. Como quieras — Le dijo, agarrando su mochila y dirigiéndose a la puerta —. Nos vemos allá.
— Nos vemos.
Yuya esperó a que Ryo se fuera para correr al baño y llevarse un par cosas en un bolso aparte. Sabía que iba a necesitar lo que estaba llevando.

Le tomó menos de quince minutos llegar al lugar de encuentro con aquella persona que lo estaba chantajeando. Tomó fuerzas de quién sabe dónde para bajar del vehículo y llamar a la puerta.
— ¡Adelante! ¡Está abierto! — Le gritaron desde adentro. Era él, era esa misma voz que había estado gozando con su sufrimiento. Finalmente, aquel sentimiento desgarrador iba a tener un rostro, un cuerpo y quizás, hasta un nombre. Entró y llegó hasta un living casi a oscuras. En medio del mismo, divisó a una persona sentada en un sillón de tres cuerpos que, ayudado del débil paso de la luz del sol en el lugar, lo miraba como una presa a punto de ser devorada —. ¿Qué esperas? No tengo todo el día — Le dijo, dándole una bocanada a lo que parecía ser un cigarrillo.
— Yo tampoco — Le dijo Yuya, dejando su mochila lo más lejos que pudo de su alcance y entrando a aquel lugar donde aparentemente sólo estaba aquel sujeto.
— Quítate la ropa — Estaba demás decir que ese lugar parecía haber sido devastado por un huracán debido al desorden que tenía. A Yuya le costó un poco sortear la cantidad de envoltorios, latas y botellas camino hasta el sillón, donde su acechador lo esperaba. Estaba a medio vestir, tal y como se lo imaginaba, con un porte de ser dueño y señor de todo lo que estaba al alcance de su vista. Con cuidado, el rubio se deshizo de su ropa hasta quedar sólo en ropa interior. Frente suyo, frente a su vulnerabilidad, él sonrió. Automáticamente, lo atrajo hacia él y atacó su ombligo, besándolo, lamiéndolo, intentando morderlo. Desesperadamente, fue subiendo con su lengua hasta llegar a su cuello. Yuya iba a evitar todo lo humanamente posible que llegara a sus labios. Quería que al menos esa parte, ya no fuera mancillada por nadie más. Se estremeció al sentir sobre su cuello dientes ajenos que sólo le hacían sentir asco por sí mismo; dientes
que querían desgarrar su piel. Lanzó un gemido de dolor, que hizo reír suavemente a su atacante —. No te preocupes, ya vas a acostumbrarte — Le dijo, soltándolo para estirar su cuerpo hasta una pequeña mesa a la derecha del sillón, de donde agarró una jeringa y una pequeña caja cuadrada.
— No — Dijo Yuya, ocasionando que el sujeto lo mirara.
— ¿Qué?
— Hoy…, no — Se retractó.
— ¿Por qué? — Preguntó, después de lo que le pareció una eternidad.
— Tengo que ir a la escuela después de esto.
— ¡Ja! ¡Qué chico tan aplicado eres! — Volvió a acercar el cuerpo de Yuya al suyo y pegó su rostro a su ombligo mientras sus manos lo despojaban de su ropa interior y pellizcaban los muslos del rubio —. Muy bien, vamos a hacerlo rápido — Le dijo, palmeando sonoramente su trasero —. Chico aplicado…

Era la hora del almuerzo cuando Ryo se acercó a Tadayoshi con su caja de comida.
— ¿Vas a comer?
— Sí — Respondió Tadayoshi, en un suspiro.
— ¿Y… Tegoshi…? — Preguntó Ryo, mirando el lugar donde se supone debía estar el aludido, vacío.
— Parece ser que no vino.
— ¿En serio? Pero me dijo que iba a venir.
— ¿Eh? ¿Estuviste con él?
— Pasé por su casa a la mañana, y… me dijo que tenía que ir a hacer algo, que me adelantara, pero…
— ¡¿Cómo no me lo dijiste antes, Ryo?! — Al ser llamado por su nombre, sin ningún tipo de sufijo de afecto, lo miró sorprendido —. ¡¿Y si le pasó algo?!
— No pienses esas cosas — Intentó calmarlo el más bajo —. Okura, estamos en un pueblo. Si le sucedió algo malo…, ya nos habríamos enterado.
—Tienes razón… Supongo…
— ¿Vamos a almorzar o no?
— Espérame en el lugar de siempre. Aunque sea, voy a llamarlo.
— Está bien — Le respondió Ryo, con una sonrisa.
— Okura-kun — Una muchacha de otro curso se le acercó, una vez Ryo se fue.
— Sí, dime.
— ¿Te enteraste? — Ante su pregunta, su expresión de preocupación y su tono de voz, Tadayoshi sintió un sudor frío recorriéndole la espalda.
— ¿De qué? — Repreguntó el aludido, fingiendo estar calmo.
— Tegoshi-kun se desmayó en la entrada.
— ¿Qué?
— Lo encontraron inconsciente frente a los casilleros.
— ¿Dónde está ahora? — Le preguntó a la muchacha, levantándose de un salto de su asiento.
— Está en la enfermería.
— Gracias.
Cual rayo, Tadayoshi llegó a aquel lugar y suspiró. Golpeó la puerta suavemente y la abrió, hallándose con la amable doctora que siempre estaba allí.
— Buenas tardes.
— Buenas tardes — La saludó, entrando y cerrando la puerta detrás suyo —. Me dijeron que Tegoshi-kun se encuentra aquí.
— Ah, sí. Está descansando en aquella camilla — Le dijo, señalando una de las camillas al otro lado de un panel divisorio —. Puedes pasar. Yo me voy a almorzar — Agregó, apenándose un poco por dejarlos solos.
Tadayoshi le dedicó una reverencia y llegó a la camilla donde estaba Yuya. Estaba profundamente dormido. Parecía un ángel.
— Yuya — Susurró, acercándose a sus labios, los cuales apenas rozó con los suyos, ocasionó que el rubio se sentara de un salto, quejándose luego por un mal movimiento que hizo —. ¿Estás bien? —Le preguntó Tadayoshi, sorprendido por su reacción.
— S… Sí, sí, sí, estoy bien. ¿Qué haces tú aquí?
— Pues… me dijeron que te habías desmayado y vine a verte.
Yuya sonrió sin ser capaz de mirarlo a los ojos al sentir el contacto de su mano sobre su mejilla.
— Perdón — Musitó el rubio.
— No tienes por qué pedir perdón, Yuya — Le dijo Tadayoshi, sentándose a su lado. Al sentir sus brazos rodeándolo, no pudo evitar caer entre ellos, sentirse protegido pero, al mismo tiempo, algo dentro suyo le decía que no tenía derecho a ese abrazo, a la amabilidad y al amor que Tadayoshi le estaba entregando —. ¿Yuya? — Se dio cuenta que estaba llorando al sentir su cuerpo estremeciéndose en forma exagerada. Se separó un poco de él y levantó su rostro para mirarlo a los ojos —. Yuya, ¿qué sucede?
— Tatsu, yo…
— Así que aquí estaban — La aparición de Ryo, impidió que Yuya hablara. Internamente, agradeció que los hubiera interrumpido —. ¿Así que te desmayaste? — Le preguntó a Yuya, ante lo cual el aludido, asintió con la cabeza.
— Creo que es todo por hoy. Me iré a casa a seguir descansando — Agregó, zafándose del abrazo de Tadayoshi y levantándose de la cama como pudo, ayudado por Ryo.
— ¿Seguro que estás bien? — El aludido asintió efusivamente con la cabeza. Tadayoshi simplemente suspiró —. Entonces, nos vemos mañana.
— Nos vemos.
Yuya llegó hasta donde estaban los casilleros para cambiarse los zapatos, lo único que pudo hacer cuando entró al recinto escolar. El cuerpo aún le dolía por lo que debió pasar con su agresor. Cerró los ojos y lanzó un suspiro de dolor al aire. Sus labios temblaban por todo lo que estaba ocurriendo, por haber contenido las ganas de llorar frente a Tadayoshi.
— Tegoshi — Al girar su cabeza, se encontró con la única persona que sabía lo que estaba ocurriendo, desconociendo Yuya que lo sabía aún mejor que él.
— Ryo-chan — Musitó, antes de aferrarse a aquel cuerpo que, pese a estar entregándole su afecto, lo único que quería era verlo llegar al límite de la desesperación.

— Aquí tienes — Le dijo Ryo, al verlo salir del baño, dejándole una bandeja de comida sobre la cama.
— Gracias, Ryo-chan. Pero no hacía falta…
— No es nada. Es lo menos que puedo hacer después de haberlos tenido preocupados por mí este tiempo.
— Ah… Nunca dijiste qué estuviste haciendo.
— ¿Eso…? Es un secreto — Le dijo, sonriendo. Mientras Yuya comía, Ryo acercó a la cama una silla que estaba frente al escritorio y lo miró —. ¿Qué sucedió cuando yo me fui?
— Me llamaron — Le respondió, después de unos segundos.
— ¿Fuiste con ellos?
— Sólo era una persona… que sabía muy bien qué quería. Pero no estoy del todo seguro que haya sido él quien…
Interrumpió sus palabras para terminar negando con la cabeza.
— Quien, ¿qué?
— La persona que abusó de mí… no fue él…
Ryo se sorprendió por su deducción. Estaba seguro que esa noche Yuya había estado lo suficientemente drogado y con muy poca lucidez como para recordar nada más que pedazos de lo sucedido.
— ¿Cómo estás tan seguro?
— Digamos que… esa vez había sido más débil.
— Ah — Soltó, sintiendo que los nervios se le crispaban —. ¿Débil?
— Sí — Por más que intentara, Yuya no podía darle un rostro a la persona que había abusado de él y, al mismo tiempo, Ryo no entendía cómo había llegado a olvidar que en esa casa ellos se vieron cara a cara e intercambiaron unas cuantas palabras —. Ya, olvídalo — Cuando Yuya volvió su vista a Ryo, lo vio levantándose de la silla —. ¿Te vas?
— Sí… Recordé que tenía algo que hacer antes de regresar a casa.
— Cuídate.
— Tú también.
— Ryo-chan, si quieres… puedes venir a quedarte a dormir esta noche…
Sus palabras sonaban a súplica. Ryo podía sentir el miedo que recorría el cuerpo de Yuya de tan solo imaginar pasar la noche solo entre aquellas paredes.
— Veré si puedo venir.
— Gracias.
Ryo esperó aproximadamente una cuadra hasta encontrar una piedra atravesando su camino, la cual pateó lo más lejos que su pierna se lo permitió.
— ¿Débil? ¡¿Débil?! Hijo de puta, la próxima vez le voy a decir que te haga mierda — Se dijo a sí mismo, dirigiendo sus pasos a las escaleras del templo, donde sólo estaban Jin y uno de sus amigos extranjeros.   

— ¿Qué sucedió? —  Le preguntó Jin.
— Se está dando cuenta — Respondió, sentándose a su lado y suspirando.
— ¿De qué?
— De que no fuiste tú el que lo cogió esa noche.
— Bueno… Es normal…
— Dice que fui débil.
— ¿En serio? ¿Cómo se lo permitiste? — Ryo estaba por responderle, pero un sobre rectangular nubló su vista.
— ¿Qué es esto?
— Te dije que te iba a pagar, ¿o no? — El muchacho abrió el sobre y vio el dinero que estaba dentro —. Por lo menos no se acuerda de ti. Y me parece que podemos hacer algo al respecto — Ryo lo miró —. Yo no soy el único que quería hacérselo, Ryo. Si quieres, podemos hacer correr la voz.
— No es mala idea… Pero sólo un poco… Tengo algo en mente — Le dijo, levantándose y palmeándole el hombro reiteradas veces.
— Qué rápido te recuperas.
— Le voy a hacer pagar muy caro que me haya dicho debilucho.

Yuya sentía cada vez más la ausencia de Tadayoshi. Más que su cuerpo, su alma lo añoraba. Lo extrañaba demasiado. Aunque se moría de ganas de enviarle un simple mensaje y decirle que lo amaba, sabía que no podía hacerlo. Estaba saliendo de su casa cuando encontró a Ryo a punto de llamar a la puerta.
— Buenos días, Ryo-chan — Le sonrió el rubio.
— ¡Ah! Buenos días.
— ¿Me viniste a buscar?
— Sí. Tengo que asegurarme que estés bien, se lo prometí a tu madre — Yuya sonrió por sus palabras —. Además…
— ¿Además…?
— Toma — Le dijo, entregándole un pequeño paquete envuelto en un papel rojo con lunares blancos rodeado de un lazo también blanco.
— ¿Y esto?
— Un regalo. Lo vi y pensé en ti.
Al abrirlo, Yuya vio un par de aros desde los cuales colgaba una pequeña cruz hecha de lo que parecían ser diamantes.
— ¡Son hermosos! — Exclamó Yuya, con una amplia sonrisa —. ¡Gracias, Ryo-chan!
Ryo dejó que él lo abrazara, dejo que le expresara de una forma tan simple lo agradecido que estaba porque, claro, Yuya no sabía que Tadayoshi los estaba mirando. Y Ryo aprovechó la situación para abrazarlo él también hasta que su amigo decidió darse la media vuelta e irse de allí.

Yendo a la biblioteca, lugar donde sabía que estaba Tadayoshi, pensaba en lo ventajoso que le resultó esa situación. Todo estaba saliendo de maravilla y él no estaba haciendo absolutamente nada, es más, hasta estaba ganando. Lo encontró cerca de la ventana, leyendo un libro de quién sabe qué cosa.
— Hola — Le dijo, corriendo la silla frente a él para sentarse.
— Ah… Hola.
— ¿Qué sucede? Te vi raro todo el día.
El aludido lo miró, suspiró y cerró el libro que estaba leyendo antes de volver a mirarlo.
— Quiero preguntarte algo.
— Claro, dime.
— Tú últimamente estás más cerca de Yuya, ¿cierto?
— Bueno… No sé si es más cerca… Es lo normal, somos amigos. ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Él te ha dicho algo? ¿Te ha comentado si tiene algún problema o algo?
— No, Okura, para nada — Se sonrió —. No entiendo por qué te preocupas tanto.  Ya te lo dije,
¿no? Si ocurre algo malo, nos enteraremos rápido.
— Es justamente por eso que te lo pregunto — La mirada de sorpresa de Ryo le dio el pie para seguir hablando —. Estuve oyendo rumores en los pasillos…
— ¿Acerca de…?
— Acerca de Yuya.
— ¿Qué dicen? — Por más que intentara ocultar su sonrisa, simplemente no podía. La adrenalina que estaba sintiendo en ese momento no se comparaba ni con todas las drogas que había ingerido, juntas.
— Dicen que… se vende por dinero
Finalmente, no pudo contenerse más y estalló en carcajadas. Fue el centro de las miradas teniendo en cuenta el lugar donde estaban charlando y así como no pudo evitar reír, no podía detenerse sino hasta que ambos fueron echados.
— Lo siento. Realmente, lo siento, pero… ¡¿Oyes lo que estás diciendo?! ¡Es ridículo! — Se dio cuenta que estaba llorando literalmente de la risa al sentir cómo la vista se le nubló.
— Si supieras algo… me lo dirías, ¿no es verdad?
La seriedad de Tadayoshi lo obligó a recobrar la compostura.
— Claro que sí — Respondió acariciando su espalda en forma afectuosa —. Si quieres, puedo investigar.
— Gracias, Ryo-chan — Le dijo, apoyando su cabeza sobre su hombro.
Tan sólo con aquel mínimo contacto, con tales palabras saliendo de sus labios, Ryo estaba inmensamente feliz.

Era una maldita muñeca, pero no podía evitarlo. Aunque la tuviera, sentía que no tenía alma, sentía que cada vez que alguien mancillaba su cuerpo, iba perdiendo una parte de su alma. Esperaba que, al menos, gran parte, estuviera con Tadayoshi, ya que había sido suyo antes que nadie. El lugar de encuentro sería un hotel a las afueras del pueblo. Mejor para él, nadie lo reconocería. Subió al ascensor, el cual se detuvo en el tercer piso y caminó por el largo pasillo hasta el último departamento del piso. Tocó el timbre y esperó. Adentró, alguien se aclaró la voz.
— ¿Sí? — Preguntaron.
— Usted… me llamó… Soy Tegoshi — No sabía cómo rayos presentarse, puesto que era la primera vez que alguien le preguntaba quién era. Apenas la puerta se abrió, entró y caminó por el corto pasillo, sin siquiera reparar en la persona que le había abierto la puerta. Sólo quería hacer lo que tenía que hacer, dejarse hacer lo que aquel sujeto quisiera hacerle e irse de una maldita vez —. Muy bien, entonces — Al girarse unos noventa grados, sintió que algo más profundo se quebraba dentro suyo. Algo que no podía ser alcanzado con las manos. Sintió que la vista se le nubló, por lo que restregó sus ojos con fuerza —. Tatsu — Musitó. No sabía por qué estaba ahí, y tampoco le interesaba, pero él, justamente él no debía estar en ese lugar —. ¡Tatsu…! — Estaba por acercarse a él, pero sus palabras lo interrumpieron.
— No puedo creerlo — Dijo —. Entonces, todo era verdad… Todo lo que dicen de ti… es verdad…
Necesitaba hablarle, explicarle, contarle absolutamente toda la verdad, todo lo que había sufrido hasta ese momento, todo lo que le había ocultado. Quizás, inmerso en esos pensamientos, hundido en un mar de sentimientos, Yuya no reparó en la sonrisa de satisfacción pura que se había dibujado en el rostro de Ryo, quien observaba todo a su izquierda, mirando al rubio con la expresión que siempre quiso: de desesperación, al borde del abismo o quizás, hasta cayendo dentro de él.
— No. Espera — Yuya se acercó a Tadayoshi e intentó agarrar su brazo, pero él se lo impidió, zafándose.
— No te atrevas a tocarme — Le ordenó el morocho, mirándolo fríamente.
— Déjame explicarte — Gimoteó.
— No quiero que me expliques nada. No quiero oírte. No quiero… No quiero volver a verte…
— Pero…
— Yuya, no…
Negando con la cabeza, sin ser capaz de procesar lo que estaba sucediendo, Tadayoshi salió del cuarto, siguiéndolo Yuya a los pocos segundos. Dentro, Ryo se lanzó a la cama, riendo, feliz. Su plan había resultado todavía mejor de lo esperado: al ver Tadayoshi que Yuya siempre tenía algo nuevo, por supuesto que le generaría dudas. Ryo sabiendo esto, seguiría haciéndole regalos, ya que, al estar Yuya amenazado, no tendría oportunidad de decirle que había sido él quien le había regalado todo aquello. Lo que, por supuesto el rubio no sabía, era que Ryo utilizaba parte del dinero que le pagaban por sus servicios para financiar aquellos regalos, para mejorar su producto. Y en el momento en que Tadayoshi ya no pudiera más con las dudas, contactaría a Yuya como si fuera un cliente y le citaría en un lugar alejado, para no despertar sospechas y simplemente, dejar que las cosas siguieran su curso.
Pero aunque todo estuviera resultando bien, todo podía ser aún mejor.

— ¡Tatsu, espera! — Aunque intentó llegar al ascensor, Yuya no logró abordar el mismo que Tadayoshi. Tras correr por las escaleras, logró alcanzarlo saliendo del lugar —. ¡Tatsu!
Se había largado una molesta llovizna que Tadayoshi parecía no sentir. La mano de Yuya agarrando su hombro, lo hizo girarse y lanzar, sin querer, al rubio al suelo.
— ¡Te dije que no me tocaras! ¡¿Cómo quieres que te lo diga?! ¡¿Cuánto…?! — Dudó en seguir su frase, Yuya lo miraba sorprendido —. ¡¿Cuánto quieres que te pague para que lo hagas?!
— No es así — Musitó el aludido  —. Por favor, dejame explicarte.
Ni siquiera teniendo a Yuya arrastrándose hasta llegar a sus pies, abrazando sus piernas rogando por su perdón, su corazón lograba ablandarse. La decepción era demasiado grande.
— Yuya… Déjame — Susurró, pero sus palabras sólo ocasionaron que el cuerpo que se aferraba a sus piernas, lo hiciera todavía con más fuerza. Tadayoshi se colocó en cuclillas y usó sus manos para separarse del rubio —. Dejemos las cosas así. Por favor.
Yuya no podía hacer otra cosa que negar con la cabeza. Cuando levantó la vista, Tadayoshi ya no estaba ahí.

La lluvia seguía cayendo cuando llegó a su casa. Al hacerlo, e iluminar la entrada antes de apagar el motor del automóvil, vio a Ryo esperándolo en la puerta de entrada. Bajó del vehículo y se acercó a él para abrir la puerta. Quería esperar a estar dentro de su hogar para desplomarse encima suyo y llorar sin consuelo aparente. Cuando Yuya quiso hablarle, levantó la cabeza para mirarlo, pero sus labios fueron cerrados por los de Ryo, sellándose en un dulce beso. Si antes Yuya estaba confundido por lo sucedido con Tadayoshi, quedó el doble de confundido con aquel beso.
Cuando quiso darse cuenta, Ryo ya no estaba ahí.

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