21 de febrero de 2013

[Forever] Capítulo 06 - Nudo

 Siguiendo MTS
La radio~
 En el comedor~


Ciaossu~!!
A pedido de mi linda Joe, acá hay un sexto de Forever (guau, ya el seis... >_<).
Enjoy~ ♥

PD: Que no se noten mis ganas de escribir una intro xD

Título: Forever.
Fandom: Johnnys.
Pairing: IkuTego [Ikuta Toma x Tegoshi Yuya], Ryokura [Okura Tadayoshi x Nishikido Ryo], RyoTego [Tegoshi Yuya x Nishikido Ryo] (pero nadie dice que no puedan haber más ;3)
Formato: Multi-chaptered.
Género: Drama humano (?), romance.
Rating: PG-13
Capítulos: 06 / ¿?
Sinopsis: Cuando todo parecía marchar como algunos piensan que debía ser, otra fecha importante del año hace que todo tome un giro de 360 grados: el cumpleaños de Toma.



Capítulo 06: Nudo

Desde aquel 11 de Septiembre, Tadayoshi no volvió a ir a ese restorán. Shota había ido al mismo pensando en que volvería a encontrarlo allí, pero se equivocó. Nunca más volvió o si lo hacía, cenaba algo y regresaba a su casa. Pero no había podido irse del departamento de Ryo. Lo ataba algo demasiado fuerte a aquel lugar y le iba a tomar bastante tiempo hasta poder finalmente despegarse de él.
En lo que a Ryo respecta, no volvió a atacarlo o a hablarle con doble sentido. El trabajo era el trabajo y sus problemas personales no iban a afectarlo.
Shota no volvió a preguntar acerca de Ryo, o acerca de qué pasó esa noche. En lo más profundo de su alma, sentía que no debía hacerlo y que, de hacerlo, cometería un grave error. Lo mismo pensaba el resto de sus compañeros de grupo, aunque la curiosidad los carcomiera por dentro, todos sabían que lo mejor para todos, sería no preguntar absolutamente nada.

Del mismo modo en que el 11 de Septiembre llegó y se fue, lo hizo el día 6 de Octubre. Faltaban cuatro días para que se terminara la filmación y dado a que todos estaban entusiasmados, no se notaba el atareo y el apuro con los que también estaban cargando.
Particularmente ese día se filmaría una de las escenas más memorables. El personaje de Yuya, se vestiría de mujer para ganar una apuesta con sus amigos, pero el personaje de Toma, a quien debía seducir, iría un paso más allá y lo besaría en los labios, para ganar él una apuesta con esos mismos amigos.
Aunque se había acordado que sus personajes no se besarían y harían un truco de cámaras, la última palabra siempre la tenía el director por lo que a Toma no le quedó más que esperar.
La locación estaba ubicada en los jardines Hamarikyu, en la boca del río Sumida. Cuando Toma vio a Yuya, se quedó con la boca abierta. Llevaba un vestido corto, color rosa muy claro hasta la altura de las rodillas. A la altura donde una mujer tiene sus senos, lo decoraba un fino lazo color negro, cubriéndolo una lluvia de lentejuelas a tono hasta aproximadamente la mitad del vestido. Cuando se acercó a él, Toma se preguntó en qué momento había adquirido la habilidad de caminar con propiedad con zapatos de taco. Aunque no hacía frío, corría un viento exquisito, jugando con la peluca castaña sobre la cabeza del muchacho, quien sonreía por las cosquillas que le generaba el viento.
- ¿Cómo me veo? – Preguntó Yuya, dándose la vuelta, mientras su compañero lo miraba de pies a cabeza.
- Te… ves… bien – Respondió Toma, por demás atontado.
- Muy bien. ¿Están listos? – Preguntó el director, por lo que ambos muchachos asintieron con la cabeza -. Vamos a hacer la escena en aquel puente, si pueden ir yendo hacia allá… El equipo de filmación ya tiene las cámaras listas - Toma y Yuya se dirigieron al lugar. La luz del atardecer sería perfecta para esa escena, fuera como fuera a desarrollarse -. Luces, cámara, ¡acción! - El beso sería real, de eso no había duda. Al finalizar el diálogo que daría inicio a todo, se quedaron frente a frente. Toma acarició su piel. Se preguntaba qué sentía Yuya cuando lo hizo. Bajó su mano para acariciar su brazo con el dorso de la misma. Seguía tan suave y tersa cómo siempre lo había estado. Lo agarró con fuerza de ambos brazos y acercó su cuerpo al suyo. Sin soltarlo, lo besó en los labios con extrema dulzura. Yuya se sorprendió. Sintió una angustiosa nostalgia cuando Toma lo besó. Quiso llorar, pero al sentir que Toma se alejó de él, fueron sus propios labios los que se pegaron a los suyos, temblando, sin saber por qué, su cuerpo se estaba estremeciendo por completo -. ¡Corte!
Al soltarse, Yuya le dio la espalda a Toma, acariciándose sus propios labios y sintiendo con la mano el palpitar furioso de su corazón. Con pasos ligeros, se alejó del lugar, al mismo tiempo que el director decía que se tomarían un par de minutos para corroborar cómo había salido esa escena. Toma siguió a Yuya con la mirada, sin ser capaz de mover su cuerpo. Se preguntaba qué había sentido pero, al mismo tiempo, se sentía cobarde por no preguntárselo directamente.

- ¿Cómo te fue hoy en la filmación?
- ¿Eh?
- La filmación – Dijo Ryo, sonriéndole a Yuya, quien tenía a Skull encima suyo, sentados ambos en el sillón, mientras el morocho volvía de la cocina con un vaso de jugo -. ¿Me estás prestando atención?
- Ah… Lo siento. Sí, estuvo… bien…
- ¿Seguro? Tu cara no dice lo mismo.
- Lo siento. Es que estoy muy cansado.
- Si quieres ve a dormir. Mañana tienes el día libre, ¿no?
- Sí, ¿tú?
- No, tengo cosas qué hacer – Suspiró el morocho, agarrando el mando a distancia para cambiar de canal -. Ah. Mañana es el cumpleaños de Toma.
- ¿Eh? – Estaba yéndose a su habitación, pero al oír a su pareja, se dio media vuelta -. ¿De Ikuta-san?
- Sí. Es 7 de Octubre, ¿no?
- Ahh… S… Sí… Mañana – Cerró los ojos con fuerza, sintió que esa fecha la había oído antes y que en cierto modo era especial para él, pero no podía recordar por qué -… Creo que voy a tomarme algo…
- ¿Sucede algo? – Le preguntó, siguiendo su camino hacia la cocina con la mirada.
- Es sólo que… me duele un poco la cabeza.
- Sí, será lo mejor. Sino, no podrás dormir – El rubio salió de la cocina y se dirigió al cuarto -. Yuya – La voz de Ryo lo alertó, dándose la vuelta. El morocho cerró los ojos y frunció sus labios en forma infantil, por lo que el aludido, se acercó a él y le dio un sonoro beso en los labios.
- Buenas noches.
- Que descanses – Sonrió el morocho, recorriendo su cintura con la mano.

No iba a salir.
No iba a recibir llamadas.
No iba a responder absolutamente ningún mensaje de texto o correo electrónico. Cartas, mucho menos.
De ser posible, precisamente ese día, no quería tener que despertar. Quería dormir las veinticuatro horas de ese día, sólo de ese día.
Se había despertado, pero iba a volver a dormir. Desconectó el teléfono fijo, apagó su teléfono celular. Todo estaba dispuesto para que su plan fuera llevado a cabo en forma perfecta, pero alguien cuyo dedo estaba pegado al timbre de su departamento se lo impidió. Estaba seguro que había tardado casi cinco minutos en tener ganas de levantarse y abrir la puerta para insultar de pies a cabeza a la persona que estaba destruyendo sus planes. Abrió la puerta y se encontró con un pastel aparentemente recién comprado. No podía ver el rostro de la persona que lo había comprado, puesto que aquella pequeña caja estaba entre su rostro y el suyo.
- ¡Feliz cumpleaños!
Se sorprendió al reconocer su voz. Esperaba a Tomohisa, a Jin y hasta a Takahisa, pero no a él, definitivamente, no a él.
- Yu… Tegoshi…-kun – Musitó. El rubio bajó el pastel frente a su rostro y le sonrió.
- Sabía que ibas a despertarte molesto, así que por eso puse el pastel frente a mí.
- ¿Qué… haces aquí?  - Preguntó el morocho, suspirando.
- Vine a pasar contigo el día de tu cumpleaños. ¿Acaso está mal?
Aunque él no lo recordaba, Yuya era exactamente igual a como lo había conocido. Un torbellino del cual no poseía control y que había descontrolado su vida. Sin pedirle permiso, entró al departamento, quedándose Yuya maravillado con lo hermoso que era. Sus ojos grababan todo lo que estaba al alcance de su vista y de su rostro no pudo borrar su ancha sonrisa.
- Ponte cómodo – Pidió Toma -. ¿Puedes esperar hasta que me cambie?
- Claro, tómate tu tiempo – Respondió Yuya, en la cocina, buscando por todos lados dos tazas para preparar café, sin mirar al dueño de casa, quien sonrió al verlo en ese lugar, en el lugar donde debía estar.
- De acuerdo. Siéntete… como en tu casa.
Yuya no respondió, es más, ni lo había oído.
Mientras terminaba de vestirse, Toma  se embriagaba del aroma a café que estaba preparando Yuya. Amaba ese aroma y el sabor que sólo las manos de Yuya generaban mientras preparaba aquel néctar de color pardo. Salió al living y lo vio sentado en el sillón, tomando café. Al reparar Yuya en su presencia, se levantó de un salto, dejando su pocillo de café sobre la mesa ratona y yendo a la cocina, la cual era visible desde allí.
- Ya te traigo tu café - Yuya regresó al cabo de unos pocos minutos, llevando consigo un pocillo de café -. ¿Sabes? Estuve dándome cuenta que tienes muchas cosas de a pares. Disculpa si me entrometo mucho, pero… ¿Estás en pareja?
- Algo así – Respondió Toma, bebiendo un sorbo de café y sonriendo por eso.
- ¿Se pelearon?
Sabía que si no le respondía iba a acosarlo a preguntas o peor, iría a pedir por el paradero de aquella persona con sus amigos.
- Algo así.
- No me digas “algo así, algo así”, respóndeme bien – Pidió el rubio, sonriendo.
- Pasó algo bastante complicado de explicar y tuvimos que distanciarnos.
- Ya veo… Pero tú la amas, ¿cierto? – Toma lo miró -. Bueno… Es que… Si no has cambiado las cosas de la casa desde que se fue… Creo que significa eso. Sus cosas es algo de lo cual no puedes deshacerte, lo mismo el lugar en el que estuvieron. ¿Viviste aquí con ella?
- Él – Se apresuró a decir Toma -. Es un… él…
- Ah. Ahhhh – Dijo Yuya -… Entonces… ¿Viviste aquí… con él?
- Así fue. Aquí vivimos.
- Ya veo.
- ¿Cómo van las cosas con Ryo?
Yuya lo miró y frunció el ceño.
- Con Ryo… Bien. Estamos bien.
- Me alegro mucho.
- Últimamente está con mucho trabajo, pero, qué se le va a hacer. El trabajo es el trabajo.
- Así es.
- Y el amor… es el amor…
No supo cuánto tiempo había estado allí. Recién cayó en el mismo al recibir un mensaje por parte de Ryo, preguntando su paradero.
- ¿Quién es?
- Ah, es Ryo. Pregunta dónde estoy – Miró la ventana a sus espaldas, sólo para encontrarse con la luna -. Sí que se hizo tarde…
El muchacho respondió el mensaje de texto, diciéndole que estaba en casa de Toma.
- ¿Le dijiste que estás aquí?
- Sí, ¿por qué?
- Curiosidad – Sonrió el morocho.
Al poco tiempo, recibió la respuesta por parte de Ryo.
- Me viene a buscar. Dice que no está muy lejos de aquí, así que, ¿está bien si voy a recibirlo abajo?
- Claro – Dijo Toma, levantándose y acompañándolo a la puerta, pero el repentino giro de Yuya hacia él lo dejó inmóvil.
- Ah. ¿Qué quieres de regalo?
- ¿Regalo? – Preguntó el morocho, perplejo.
- Sí. El pastel no era un regalo, sólo es comida, así que, dime, ¿qué quieres que te regale?
Toma se quedó pensando un rato, hasta hallar qué podía darle Yuya de regalo.
- Un abrazo.
- ¿Ehh…? – Dijo Yuya, sonriendo.
- Quiero que me permitas abrazarte – Pidió el morocho en un susurro ronco.
- Está bien – Accedió el rubio, sonriendo por el pedido del muchacho.
Toma se acercó todavía más a él, quedando sus pies frente a los suyos. Yuya levantó su vista, encontrándose con su mirada. Sentía que lo había visto antes. Que esa misma forma de mirarlo, la había visto antes, al igual que su propio reflejo sobre ellos. Toma acarició uno de sus brazos lentamente con el dorso de su mano, subiendo su recorrido hasta encontrarse con la piel de su mejilla, acariciando aquella parte con toda su palma. Yuya suspiró, cerrando los ojos. De nuevo, sentía cómo su corazón palpitaba sin control alguno. De nuevo, sentía unas incontrolables ganas de llorar. Sentía una angustia terrible recorriendo todo su cuerpo hasta desbordarse de sus ojos, sintiendo el cosquilleo de dos lágrimas recorriendo sus mejillas. Toma sostuvo su rostro con ambas manos, cortando abruptamente las lágrimas de Yuya con sus propios labios al besar sus mejillas. Lo soltó sólo para atarlo aún más a él. Lo estrechó con ternura entre sus brazos, sintiendo sobre su cuello el intranquilo compás de su respiración.
- Yuya – Susurró.
- Ikuta-san…
- Dime Toma – Le pidió, sonriendo.
- Toma.
- Gracias – Volvió a decir en un susurro, soltándolo y besando su frente -. Gracias por este hermoso regalo…, Yuya.
¿Qué era ese sentimiento que lo angustiaba tanto? ¿Por qué sentía que había visto esa mirada antes? ¿Por qué su corazón latía de una forma tan furiosa cuando sus labios pronunciaban su nombre? ¿Por qué… con él…?
Intentó decirle algo, pero dos golpes sobre la puerta lo evitaron. Toma abrió la puerta, encontrándose con Ryo.
- ¿Y Yuya?
- Aquí está, estaba por ir a esperarte abajo para evitar que subieras, pero…
Cabizbajo, el rubio salió del departamento. No podía mirar a Ryo, y mucho menos a Toma, algo dentro suyo se lo impedía.
- Me… Massu me dijo que fuera a su casa. No me di cuenta de la hora, así que… Voy para allá, nos vemos en casa – Le dijo a Ryo, quien asintió con la cabeza, sorprendido por el accionar del menor.
- Está lleno de energía, ¿no? – Preguntó Toma, cruzado de brazos sobre el umbral -. ¿Quieres una cerveza?
- No, gracias – Rechazó el recién llegado, rascándose la cabeza -. Lo único que quiero hoy es dormir y dormir.
- Suerte con eso.
- Gracias – Le dedicó una reverencia y empezó a caminar hasta el ascensor que Yuya hacía rato había abordado -. Ah, Toma – El aludido lo miró -. Feliz cumpleaños.
- Muchas gracias.

Comida instantánea. Se relamió los labios mientras su olfato captaba el aroma que despedía aquella comida al calentarse con el agua hervida. Mas su cena iba a tener que aplazarse un poco al oír el sonido del timbre. Se acercó a la puerta y la abrió. Dejó que su mejor amigo entrara y caminara sin decirle nada hasta llegar hasta la cocina. Una vez allí, quizás, dándose cuenta que había llegado a destino, se deslizó hasta el suelo, empezando a llorar de una forma desgarradora, preocupando por supuesto al dueño del lugar, quien se apresuró a abrazarlo, acariciando su espalda con ternura.
- Tegoshi, ¿qué sucede? ¿Qué sucedió?
- No lo sé – Respondió, aferrándose a su cuerpo -. No lo sé.
- ¿Qué estás diciendo? Uno no llora porque sí - Sonrió el pelirrojo.
- Siento… angustia… Siento mucha angustia, Massu.
- ¿Te peleaste con Ryo? – El rubio negó con la cabeza -. Entonces no sé qué te pudo haber sucedido.
- Me abrazó…
- ¿Ryo? – Yuya negó con la cabeza.
- Ikuta-san.
- Oh. Así que, ¿Ikuta… te abrazó y por eso quieres llorar y estás angustiado? – El muchacho entre sus brazos asintió con la cabeza.
- No sé qué me sucede. Sentí que… el mundo se detenía. El mundo se detuvo cuando él me miró a los ojos. ¿Qué es esto, Massu? ¿Qué me sucede?
No podía decirle la verdad. Conociéndolo, sabía que no iba a estar tranquilo hasta recordarlo todo. Forzarlo a recordar no estaba bien, ya que no sabían qué podía suceder al hacerlo. Por eso, dejó que llorara y se desahogara. Esa angustia, esas lágrimas, significaban que su mente había podido olvidarlo, pero Toma aún seguía estando estancado en lo más profundo del alma de Yuya. 


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