11 de septiembre de 2015

[BMS] Capítulo 07: Confusión

Ciaossu~!!
En vez de terminar todos mis fics anteriores, sigo pensando en otros: desde historias alternativas hasta continuaciones.
Apelando a su memoria de lectores, ¿en qué fics creen que estoy pensando? :P (me hago la misteriosa, porque la gracia es que adivinen :P) (eso sí, entre Ring y The hardest word, los otros que tengo pensado, van a tardar un poco en tener forma xD)

Penúltimo capítulo de BMS, aunque por los sucesos que van a leer, les va a parecer más el último... y apuesto a que van a tener un déjà-vú jaja~
Enjoy y hasta la semana que viene~ ♥


Título: Before my soul was no longer mine.
Fandom: Johnnys.
Pairings: OkuTego [Okura Tadayoshi x Tegoshi Yuya], RyoTego [Nishikido Ryo x Tegoshi Yuya]
Formato: Multi-chaptered.
Capítulo: 07/ 08
Género: AU, romance, smut, violento.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Cantidad de palabras: 4453.
Sinopsis: Cuando Ryo pensó que sus planes habían surtido efecto y finalmente había logrado separar a Tadayoshi de Yuya, el amor de éstos fue más grande que todas sus mentiras. Y fue ese mismo amor lo que terminó haciendo que Ryo jugara la última carta que le quedaba.



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Capítulo 07: Confusión.

Ryo cubrió su sonrisa al ver cómo Jin se había ahogado con la bebida que estaba tomando.
— Que… Que hiciste, ¡¿qué?! — Le preguntó, recobrando el aliento.
— Que lo besé.
— ¿Por qué?
— Para separarlos todavía más. ¿O acaso piensas que si Tegoshi cree que estoy detrás de él, teniendo en cuenta lo que pasó con Okura, va a tener ganas de ir a verlo y decirle que lo besé?
— ¿Y qué te hace pensar que no va a ir a hablar con Okura y contarle todo?
— Porque primero va a venir a consultármelo a mí, y Okura también va a venir a preguntarme a mí qué hacer.
— Oh, ya veo. ¿Vas a hacerles creer que el otro no quiere saber nada?
— Exacto.
— Eres malo, Nishikido.

— Entonces, Yuya no te dijo nada.
— Nada de nada.
— ¿No lo volviste a ver?
— Fuera de la escuela, no.
— Ya veo — Tadayoshi apoyó su mentón sobre una de sus manos y dirigió su vista hacia el cielo azul que se extendía afuera. Ryo sabía que, aunque no se lo dijera, Tadayoshi se moría de ganas de ir a hablar con Yuya, pero si conocía en algo a su mejor amigo, también sabía que su orgullo se lo impedía. Tadayoshi quería que Yuya fuera a hablar con él. Y Ryo debía evitarlo.

— ¿Tatsu no te dijo nada? — Le preguntó Yuya, dejando un bowl de arroz frente a Ryo.
— No. Nada de nada — Yuya suspiró, sentándose y cruzándose de brazos, con el ceño fruncido.
— Debo hablar con él — Sentenció —. Ryo-chan, ayúdame, por favor — Le suplicó, estirándose sobre la mesa para alcanzar sus manos.
— Lo siento. Pero, no puedo.
— ¿Por qué?
Ryo lo miró. Dejó de comer y volvió a mirarlo, estirándose un poco él también.
— ¿Sabes por qué te besé el otro día?
— ¿Estabas borracho? — Le dijo, con una sonrisa.
— No, Tegoshi. Lo hice porque te amo — Los ojos de Yuya se abrieron como platos. Automáticamente, el rubio se levantó, negando con la cabeza y se acercó a la ventana a sus espaldas, para tomar algo del aire fresco que se colaba por ahí.
— No. No, no, no. Estás equivocado, Ryo-chan.
— ¿Por qué?
— Esto no puede ser — No supo en qué momento, Ryo llegó a su lado, y buscaba su esquiva mirada —. No debe ser.
— En el momento en que te vi llegar a ese cuarto de hotel y vi cómo Okura te rechazaba, me di cuenta. Él no sería capaz de soportar esto que estás pasando, Tegoshi. Déjalo. Déjalo y ven conmigo. Yo sé por lo que estás pasando. Podemos irnos lejos, donde nadie nos conozca. Sólo… pídemelo.
Sus sinceras palabras, le dolían. Por más que intentara persuadirlo, negarse, parecía que Ryo no iba a dar el brazo a torcer.
— Ryo-chan, por favor. No me pidas eso — Susurró, al borde del llanto.
— Yuya — Musitó, besando luego sus labios.
El rubio sentía que su corazón se derretía por tal muestra de ternura. Como pudo, se separó de él.
— Comamos, ¿sí?
De nuevo durmió con él, pero, esta vez, estaba tan satisfecho por todo lo sucedido, que pudo conciliar el sueño con facilidad.

— Mamá, me aburro — Le dijo Yuya a su madre, girando sobre la silla en la que estaba sentado. El sonido del llamador de ángeles sobre la puerta de entrada lo volvió a tierra.
— ¿Por qué no atiendes al cliente? — Le ordenó su madre, en un cuarto detrás del mostrador.
— Sí — Respondió el aludido, acercándose al mostrador para ver a Tadayoshi —. Tatsu…
— Vengo por unos analgésicos — Le pidió el morocho, entregándole un pequeño papel escrito, cortando con el clima de sorpresa.
— Claro — Dijo Yuya, sonriendo forzosamente. Tras leer el nombre del medicamento en el papel, Yuya se adentró por los pequeños pasillos entre cada uno de los estantes de la farmacia. El que necesitaba estaba por sobre el nivel de su cabeza, y ni en punta de pies lograba llegar. Miró de refilón a Tadayoshi, pero él no había parecido reparar en su pequeño percance. Sin saber qué hacer, Yuya se ayudó de una caja al lado del estante, pero la misma no pudo soportar su peso y colapsó a los pocos segundos de que Yuya subiera sobre ella.
— ¡Yuya! ¡¿Estás bien?! — Al oír que el rubio cayó al suelo, llevándose consigo varias cajas de medicamentos, Tadayoshi se asomó por sobre el mostrador, intentando encontrar al rubio con la vista, pero éste, alzó la caja de medicamentos en una pose triunfal, pese a estar tirado en el suelo, rodeado de cajas. Debido al estrepitoso sonido, su madre llegó junto a él, pero la melodiosa risa que salió de entre los labios de su hijo, terminó por contagiar al dúo que lo observaba.
— ¡Qué suerte que estás aquí! — Le dijo su madre, luego de cubrir con una gasa la pequeña herida que Yuya tenía sobre la frente.
— Gracias — Musitó Yuya, apenado.
— Aquí tienes, Okura-kun — Le dijo la mujer, entregándole al aludido, que había pasado detrás del mostrador con ambos, una pequeña bolsa —. ¿Le haces compañía hasta casa?
— Mamá, estoy consciente — Recriminó Yuya. 
— Ya lo sé. Pero no quiero que regreses solo. Yo no me tardo — Le dijo, examinando la hora en su reloj de muñeca —. Ve y prepárame un rico desayuno.

El camino hasta la casa de Yuya fue por demás silencioso.
— ¿Quieres que te alcance a tu casa? — Le preguntó a Tadayoshi estacionando frente a su hogar.
— Estaba esperando que me invitaras a pasar — Le dijo, apoyándose sobre el asiento y mirándolo —. Tu madre me hizo recordar lo rico que cocinas.
Yuya sonrió.
Aunque ambos estuvieran bajo el mismo techo, el clima no dejaba de ser extremadamente tenso. Le preparó el desayuno a Tadayoshi y se sentó frente a él simplemente para mirarlo, ya que eso era lo único que podía hacer. La mirada del morocho, borró su sonrisa y lo hizo levantarse. Sintió que su corazón rebotaba de un lado a otro dentro de su pecho.
— ¿Quieres más azúcar?
— Yuya — El rubio tardó unos instantes en girarse y mirarlo —. ¿Quién te regaló todo eso?
— Esa pregunta tendría sentido si creyeras en mis palabras.
Tadayoshi suspiró y se levantó para pararse frente a él.
— Dímelo. Dime todo lo que me tengas que decir para que yo saque mis propias conclusiones.
Sintió que las dos palabras que salieron de sus labios le sacaban un gran peso de encima.
— Me violaron.
— ¿…Qué…?
— Y me chantajearon con empapelar la ciudad con un montón de fotografías que sacaron.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes?
— Porque me chantajearon con decírtelo a ti también.
— Debiste decírmelo antes.
— ¿Acaso crees que es fácil? ¿Crees que todo esto fue fácil para mí? Mirarte a la cara, sentir unas ganas terribles de morirme en tus brazos, y tú sólo dices que debí decírtelo antes — A medida que hablaba, Yuya no pudo evitar ponerse a llorar. Tadayoshi lo estrechó entre sus brazos, intentando calmarlo.
— Lo siento. Debí haberme dado cuenta.
— No… tienes por qué pedir perdón — Musitó Yuya, sin salir del calor que le generaban sus brazos.
— Nunca debiste salir de aquí.
— ¿De dónde? — Le preguntó, asomando apenas su cabeza.
— De mis brazos. Este es el lugar donde perteneces, Yuya. Sólo este.
Asintiendo a sus palabras, volvió a llorar, sintiendo lo fácil que hubiera sido todo si, como él se lo había dicho, se lo hubiera contado antes.
— Tatsu…
— Fuguémonos — Yuya se sorprendió por sus palabras —. Huyamos de aquí.
— ¿Por qué haces que las cosas parezcan  tan fáciles cuando las dices?
— Porque soy consciente de mis palabras.
— No lo eres — Le sonrió, acariciando sus mejillas y besando luego sus labios.
— No falta mucho para terminar la secundaria. Vayamos a Tokio a seguir estudiando. Juntos, sólo los dos.
— En serio que haces que las cosas parezcan tan fáciles — Resolvió Yuya, acomodándose nuevamente sobre su pecho —. Por el momento, ¿qué te parece si nos acompañas a mi mamá y a mí a casa de mi tía el próximo fin de semana?
— Me parece perfecto — Respondió, antes de darle un sonoro beso en los labios.

Aunque todavía faltaba para que el sol saliera, el muy maldito ya se estaba asomando por el horizonte. Ryo lo maldijo entre dientes intentando mantener el equilibrio entre paso y paso. Se había pasado un poco festejando la separación de sus amigos, aunque ya había pasado una semana de ese no tan lamentable suceso para él. Decidió ir a visitar a Yuya y confundirlo un poco más con sus palabras de amor incondicional. Golpeó la puerta varias veces hasta que el dueño de casa la abrió.
— Ryo-chan — Mencionó su nombre somnoliento.
— ¿Puedo pasar?
— ¿Estás bien? — Le preguntó Yuya, haciéndose a un lado sólo para que Ryo, ayudándose del umbral de la puerta, entrara a su hogar.
— Perfectamente.
— ¿Seguro?
— Quería verte — Le dijo, una vez saltó casi literalmente desde el umbral hasta alcanzar su cuerpo, abrazándolo con ternura. En ese momento, Ryo tuvo el deseo de volver a someterlo a él, de hacerlo suyo una vez más, pero no debía ser descubierto. Cerrando los ojos, llegó con su sentido del tacto hasta sus labios, pero Yuya se zafó de su agarre.
— No lo hagas.
— ¿Qué tiene de malo? Si ya no estás con Okura — Sin responderle, Yuya caminó hasta el otro lado de la mesa y tuvo el valor para mirarlo —. ¿Verdad?
— En realidad… Volvimos.
Ryo tardó aproximadamente medio minuto en procesar las palabras de Yuya.
— ¿Qué? — Preguntó.
— Lo que oíste. Le pedí que viniera con mi mamá y yo a visitar a mi tía en…
— ¿Yo puedo ir? — Volvió a preguntar, carraspeando, ocasionando la sonrisa en su amigo.
— No sé si estás borracho o qué, pero lo mejor es que vayas a dormir. Ven — Le dijo, ofreciéndole su hombro para apoyar su cabeza. Agarrándolo de la cintura y pidiéndole que se agarrara del barandal de las escaleras, subieron al cuarto de Yuya, y después de ayudarlo a deshacerse de sus zapatillas, lo acostó en su cama.
— Tegoshi — Dijo, una vez sintió el peso del aludido a su lado.
— ¿Qué?
— Te quiero — Le dijo, arrastrando la última consonante.
— Yo también te quiero, Ryo-chan. Pero ahora tienes que descansar.
— Tacchon… Te quiero — Soltó, de la misma forma en que le dijo a él lo que sentía, antes de quedarse profundamente dormido.
Yuya sonrió, sin haber comprendido el verdadero significado de la última frase dicha por Ryo.

Jin y su grupo se divertía viendo a Ryo desesperado, caminando de un lado a otro, siguiendo su movimiento con la cabeza.
— ¿Pueden dejar de joder y prestarme atención?
— ¿Qué más quieres que haga? ¿Que lo obligue a separarse de él? Si quieres empapelo el pueblo entero, pero eso te va a costar, Ryo. Con el asunto de Tegoshi, teníamos asegurado su silencio, pero ya se lo dijo a Okura, ya está.
— No. No está. Ellos volvieron.
— Y a mí, ¿qué? — Declaró Jin, mirándolo fijamente —. Yo ya me quité las ganas con esa perra.
— Todavía no lo drogaste.
— ¿Qué quieres?
— No lo sé, ¡no lo sé!
— No vengas aquí a que te resuelve los conflictos amorosos. No voy a pensar por ti.
Agarrándose la cabeza, Ryo volvió a caminar en círculos, pero esta vez, el recorrido duró unos pocos segundos.
— Ya sé… Entra a su casa.
— No, no, no. Es muy peligroso.
— ¡Por favor! Yo te diré cuándo no esté. Suele ir con su madre a la farmacia.
— ¿Y los vecinos?
— No te preocupes por ellos. Jin…
— No.
— Sólo dale un susto. Dale vuelta la casa, nada más.
Jin se lo quedó mirando, pero no dijo nada. Simplemente suspiró.
— Lo pensaré.
— Gracias.

— “Felicitaciones”, le dijo Keiichiro, ocasionando que Yuya sonriera.
— Gracias, Kei-chan.
— “Tenía que llamarte para decírtelo. Y también para decirte que debiste habérselo dicho hace ya mucho tiempo.
— Lo sé, lo sé, tienes razón — Reconoció el aludido, revoleando los ojos.
— “Por supuesto que la tengo.
Yuya rió, antes de encontrar a Ryo caminando sin rumbo aparente, unos cuantos pasos delante suyo.
— Ehhh… Tengo que irme.
— “De acuerdo. Suerte.
— Gracias. Igualmente — El perseguido no estaba con su uniforme escolar, es más, ni siquiera parecía que iba a la escuela. Acercándose casi corriendo a su lado, palmeó su brazo —. Ryo-chan — Lo llamó, pero la mirada que le dedicó, ya por tercera vez, no parecía ser la del Ryo que él conocía —. No vas a la escuela, ¿no?
La reacción del morocho tardó bastante. Su semblante estuvo neutral, hasta darse cuenta que había sido Yuya el que le habló.
— ¡Ah! ¡Tegoshi! ¿Cómo estás? — Le dijo, dedicándole unas cortas reverencias mientras caminaba a su lado.
— Eh… Bien… ¿Y tú? ¿No vas para la escuela?
— No, me cansé. Tengo cosas mejores qué hacer que perder el tiempo ahí.
Aunque Yuya tenía miles de preguntas qué hacerle al respecto, se quedó con todas ellas en su mente, ya que apenas terminó de hablar, Ryo siguió con su camino incierto, quizás, hasta olvidando que había entablado una conversación con él.

— Ryo-chan está extraño — Le dijo a Tadayoshi, en uno de los descansos.
— ¿Por qué? Faltó de nuevo, ¿cierto?
— Lo encontré en la calle, pero… ¿Cómo decirlo…? No parecía ser el mismo.
— Mhh… Bueno… Yo el otro día te dije que estaba andando con gente extraña.
— Hoy estaba solo. Y me dijo que tenía mejores cosas que perder el tiempo aquí. No lo sé, Tatsu…
— No te preocupes. Así como desapareció, va a volver, ¿no lo hizo ya una vez?
— ¿Tú no te preocupas por él?
— Claro que sí, Yuya, pero… es como si Ryo, ahora, se estuviera alejando de nosotros. Quizás sea una etapa, no lo sé, pero… Cuando él quiera regresar, nosotros vamos a estar aquí, tampoco lo persigamos.
— Tu sentido de la amistad es extraño…
— Mi sentido de la amistad se basa en no asfixiar a mis amistades. Disculpa si no es de tu agrado — Reconoció, sonriendo.

Dos días más tarde, cuando Yuya y su madre regresaron a su hogar, encontraron la casa revuelta. Quien haya sido la o las personas que lo habían hecho, no se habían llevado absolutamente nada, es más, dejaron algo: entre las cosas que estaban en el suelo del cuarto de Yuya, había un sobre color marrón con esas fotografías que él prefería olvidar.
Tras darle aviso a la policía, Yuya esperó que llegaran para dejar a su madre en compañía de alguien y reunirse él con Tadayoshi a las escaleras del templo.
— ¿Qué es eso? — Le preguntó, en referencia al sobre marrón que le estaba siendo extendido.
— Creo que debes… ver esto — Respondió Yuya. Mientras el morocho abría el sobre y examinaba todas y cada una de las fotografías, Yuya empezó a contar lo sucedido en su hogar —. Hoy llegamos a casa y alguien había entrado. No se llevaron nada, pero me dejaron esto.
Tadayoshi guardó las fotografías en el sobre, en todo momento, no había demostrado expresión aparente. Mirando para todos lados, encontró un grupo de personas que se acercaban a ambos, pero que, al verlos allí, se quedaron unos metros lejos de las escaleras.
— Disculpen — Llamó su atención Tadayoshi —. ¿Tienen un encendedor?
— Claro — Dijo Jin, entregándole el mencionado objeto.
— Gracias. Debes olvidarte de esto — Le dijo a Yuya, mientras prendía fuego el sobre con las fotografías dentro. Yuya ni siquiera había volteado a mirar a aquel grupo, y Tadayoshi, que se había acercado a ellos, no se había dado cuenta que Ryo estaba entre ellos, ya que estaba bien escondido detrás de dos de esos sujetos —. Cuando terminemos la secundaria, nos largaremos de este pueblo.
— Oye, Ryo — Le susurró Jin —. ¿Cuándo dijiste que se iban a ir estos dos?

— “Mis padres me dijeron que tienen pensado irse a Tokio para abrir una tienda de yakitori.
— ¿En serio? ¡Eso es genial!
— “Les dije que me quedaría aquí hasta terminar los estudios y después los acompañaría mientras me preparo para entrar a la universidad.
— ¿Vas a hacerte cargo de tu casa?
— “Nos… vamos a hacer cargo…
— ¿A qué te refieres…?
— “Para serte sincero… hasta estoy pensando en decirle a tu madre que venga a vivir con nosotros. No quiero que vuelvan a su casa… Pero…
— ¿Pero…?
— “No podríamos hacer el amor por cada rincón de la casa con tu madre ahí…
Yuya sonrió, sintiendo sus mejillas ardiendo por esas palabras.
— Quizás ni siquiera tenga que ir…
— “¿A qué te refieres…?
— Cuando le contamos a mi papá lo que pasó, habló con el dueño de la farmacia donde trabaja mamá y le pidió que lo contratara. No sé si sabías que mi papá antes trabajó ahí también. Es más, fue en ese lugar donde se conocieron con mamá.
— “Ah… Entonces…, podrías venir ahora mismo.
— ¿Para qué?
— “Para hacerte el amor…
— Haces que las cosas parezcan tan fáciles cuando las dices, Tatsu…
— “¡Ah! ¿Qué va a pasar con el auto?
— Quería terminar de arreglar las cosas aquí y pasarte a buscar a ti y luego a mamá al trabajo.
— “Mhh… ¿Por qué no vienes, me haces compañía, vamos a tu casa, te ayudo con lo que haga falta y la vamos a buscar a tu mamá al trabajo?
— Esa es buena idea…
— “Entonces…, te espero.
— Nos vemos.

— ¿No parecemos una pareja de recién casados? — Le preguntó Tadayoshi a Yuya, mientras guardaba ropa en una valija. El aludido lo miró con una sonrisa y el ceño fruncido —. De acuerdo, me retracto.
El teléfono sonó, llamando la atención de ambos.
— ¿Podrías ir a atender, por favor? — Le pidió Yuya.
— ¿Diga? ¡Ah! Tegoshi-san… ¿Su billetera? Claro, en un momento se la alcanzo. Estábamos terminando de guardar la ropa con Yuya, pero… creo que nos vamos a demorar un poco más. No se preocupe, se lo llevo yo en el auto. Nos vemos.
— ¿Se olvidó la billetera? — Preguntó Yuya, viendo a Tadayoshi subir las escaleras.
— Sí. Dice que la necesita urgente, así que… se la llevaré con el auto.
— No te preocupes, voy yo.
— ¡Pero…!
— Que no te preocupes — Reiteró, agarrándolo de la cintura y dándole un dulce beso en los labios —. No me tardo.
— De acuerdo…
— ¡Ah, Yuya! Me había olvidado preguntarte… ¿Puedes dejarme el auto para mañana?
— ¿Eh? ¿Por qué?
— Mis padres tienen una cena esta noche y… quieren que cualquier cosa esté en casa.
— Entonces, ¿mañana te vas para lo de mi tía?
— Sí, nos vemos allá.
— Está bien. ¿Tatsu? — El aludido lo miró —. ¿Por qué no llevas la campera verde y blanca?
— No entiendo por qué te gusta tanto esa campera — Reconoció el aludido, bajando las escaleras.
— Porque huele a ti — Dijo Yuya, una vez se quedó solo en su hogar.

Yuya terminó de hacer su equipaje y el de su madre y decidió ir a hacerle compañía a la farmacia. En la madrugada, la tía de Yuya los pasó a buscar para que descansaran en su hogar, en la prefectura vecina.
Tadayoshi se llevó el automóvil de la madre de Yuya a su casa, y los alcanzaría al día siguiente.

Esa noche, ya sea porque no era su cama o la falta de costumbre, pero Yuya no pudo conciliar el sueño. Cuando salió el sol, fue que el sueño finalmente logró llegar a él.

El sol le dio los buenos días. Su padre guardó su equipaje en el asiento trasero y junto con su esposa se despidieron de Tadayoshi.

El camino era lo bastante tranquilo como para aumentar un poco la velocidad, pero no para excederse. Aunque le había prometido a Yuya llevar una campera que a él tanto le gustaba cómo le quedaba, sabía que la verdadera razón por la cual la quería, era para apropiarse de ella cuando él no lo notara. Miró el mencionado objeto descansando sobre el asiento del conductor de refilón, dedicándole una sonrisa. Al no haber encontrado una bolsa de regalo, la envolvió con un listón color amarillo, haciéndole un enorme moño encima.
Se quejó por la molestia del cinturón de seguridad sobre su hombro, por lo cual se lo desabrochó, lanzando un suspiro de alivio al momento de hacerlo. Conocía ese camino como la palma de su mano, y jamás había necesitado de ningún cinturón de seguridad o algo por el estilo para recorrerlo.
Aumentó un poco la velocidad, ansiaba estar junto a Yuya cuanto antes.

La noche anterior, decidió ir a su casa y descansar como era debido. Cuando se despertó, lo primero que hizo fue dirigirse a la farmacia, para saber si su plan había surtido efecto.
Al entrar al negocio, saludó con una sonrisa hasta a personas que jamás había visto.
— Buenos días.
— Buenos días, Nishikido-kun. ¿Qué se te ofrece?
— ¿Tegoshi anda por aquí? Fui a su casa y no estaba…
— Llegaste bastante tarde. Tegoshi-kun y su mamá fueron a casa de su tía.
— Ah… ¿Hace mucho se fueron?
—Vinieron a buscarlos durante la madrugada.
Ryo sintió un sudor frío recorriéndole la espalda.
— ¿A… la madrugada…?
— Sí. Tengo entendido que un amigo de Tegoshi-kun los alcanzaría hoy en su automóvil…
Sin necesidad de oír nada más, Ryo salió como un rayo del lugar, dirigiéndose con el corazón en la boca al lugar donde suponía, estaba Jin con sus amigos.
Golpeó la puerta reiteradas veces, gritando para que alguien le abrieran, cuando uno de los sujetos se dignó a hacerlo.
— ¿Dónde estaba?
— ¿Eh? — Preguntó el aludido, recién despierto, a medio vestir.
— ¡¿Dónde estaba el maldito auto cuando le cortaste los frenos?! ¡¿Dónde estaba?!
— Pues… según la matrícula que nos diste… Estaba en otro lugar… no era la casa que destruimos el otro día...
Lo que recibió por respuesta el muchacho de débil contextura física fue un puño sobre la cara, destrozándole el tabique nasal.
— ¡¡Idiota!! ¡Lo mataste! — Exclamó, volviendo a atacar al muchacho que no había alcanzado a tocar el suelo. Debido a los gritos de Ryo, todo el grupo que estaba disperso en la casa, terminó rodeándolo, sujetando a Ryo de ambos brazos y piernas para alejarlo del otro, a quien estaba literalmente, matando.
— ¡Ryo, ¿qué mierda está sucediendo?! — Exclamó Jin. Al acercarse al aludido y mirarlo, se dio cuenta que estaba llorando —. ¿Qué te pasa? ¡¡Lo estás matando!!
— ¡Él es el que lo mató!
— ¡¿De qué carajo hablas?! ¡Tú les pagaste para que lo hicieran!
— No entiendes nada — Resopló Ryo —. ¡¡Y ustedes, suéltenme!!
— Suéltenlo — Dijo Jin, por lo que las personas que sostenían a Ryo, lo soltaron. Acto seguido, salió de la casa del mismo modo en que llegó.
— Jefe, ¿qué hacemos con este? — Preguntó uno de los sujetos en referencia a su compañero que yacía en el suelo.
— Ni modo. Llévenlo al hospital — Respondió, hincándose de hombros —. ¿Qué se le va a hacer?

Yuya estiró los brazos, llegando al living donde su madre y su tía lo esperaban para desayunar.
— Buenos días — Lo saludó su madre.
— ¿Pudiste conciliar el sueño, Yu-kun? — Le preguntó la dueña de la casa, mientras el aludido se sentaba en torno a la mesa donde lo esperaban una gran cantidad de platillos para saciar su hambre matutino.
— Sí… Algo — Respondió el rubio, apenado.
— Ay, mira la cantidad de accidentes que ocurren…
Ante las palabras de su tía, Yuya sintió un escalofríos. El llamador de ángeles cerca de un gran ventanal se movió, al igual que la cortina de seda que estaba encima. Sintió que algo dentro suyo se quebraba. Algo tan profundo como intangible.
— ¿Eso no es cerca de casa?
Cuando Yuya miró la pantalla del televisor, esperó estar soñando, que lo que oyó a continuación no fuera más que una pesadilla.
¿Qué más sabe acerca del accidente, Hashiya-san?
— El cuerpo de policía dice que fue un choque directo.
— ¿Conoce el estado de los ocupantes de los vehículos?
— Sabemos que el conductor del camión está ileso por llevar el cinturón de seguridad, pero el ocupante del vehículo que embistió, falleció en el acto. Aún no se conoce su identidad, pero apenas encuentren alguna identificación, sus familiares serán inmediatamente notificados.
— Circula el rumor de que el sujeto que manejaba el pequeño vehículo era un masculino, ¿eso es cierto?
— Sí. Sí, es cierto. Era un masculino de entre unos veinte y veinticinco años y por lo que se sabe, llevaba unas zapatillas de lona y un pantalón de jean. También se encontró una campera de algodón verde y blanca, pero el conductor del camión está en estado de shock como para reconocerla o no.
En ese momento, Yuya se dio cuenta que ya no tenía alma. En cada una de las lágrimas que derramó desde ese momento y hasta llegar al lugar del accidente, su alma se le escapaba. Internamente, deseaba que se fuera con Tadayoshi, donde sea que estuviera.

Cuando Ryo llegó, vio un tumulto de gente en medio de la ruta. Empujando a todos y cada uno de los sujetos que lo separaban de la valla perimetral, se quedó estático frente a la misma, al ver a Yuya llorando sobre un cuerpo inerte, dentro de una bolsa. Pasando por sobre la valla, tan sigilosamente que los policías ni se percataron, llegó al lado del rubio, para apoyar su mano sobre su espalda. Cuando Yuya lo miró, se dio cuenta que Ryo estaba igual que él, vacío.
— Se fue — Gimió, sin despegarse de aquel cuerpo —. Tatsu se fue…
Por más que quisiera articular palabra, no podía. No las tenía. ¿Qué había fallado? Yuya era el que debía estar ahí, no Tadayoshi. Era a Tadayoshi a quien debía estar consolando en esos momentos, no Yuya. ¿En qué se había equivocado? ¿Debía meterse todavía más entre ellos para separarlos?
— Debemos llevarlo — Le dijo un paramédico a Yuya, por lo que el aludido, simplemente, se alejó unos pocos pasos. Mirándolo apenas, vio a Ryo acercarse a la camilla y apoyar su frente sobre la suya. Vio que sus labios se movieron para dedicarle unas palabras, pero a la distancia, no entendió qué le dijo.
— Te amo — Susurró Ryo.
 

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