27 de noviembre de 2015

[Ring] Capítulo 07: Más fuerte

Ciaossu~!!
¡¿SE DIERON CUENTA QUE
ESTE ES EL ANTEÚLTIMO DE RING?!
¡¿QUE NO FALTA NADA PARA QUE TERMINE?!
Ops... Perdón, la emoción xD se me va otro bebé ;;
Acuérdense del concurso que pueden ver en la fanpage :)
Enjoy~ ♥


Título: Ring 「指輪」
Fandom: Johnnys.
Pairings: Ryokura [Okura Tadayoshi x Nishikido Ryo].
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, romance.

Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Capítulo: 07/ 08
Cantidad de palabras: 4981.
Sinopsis: Tadayoshi le enseña a Ryo su nuevo hogar. Pero, las cosas parecen complicarse cada vez más, y deberá tomar una decisión, pensando qué pesa más en su vida: si es más fuerte una nueva verdad soltada por Masami, o el amor que siente por Tadayoshi.


( 04. Confrontación ) 
( 05. Declaración de guerra )
( 06. Incertidumbre )
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Capítulo 07: Más fuerte.

Masami llegó con el tiempo justo a su encuentro con Meisa. Esa mañana habían decidido desayunar juntas y salir de compras. Aunque la realidad era que Meisa iba a interrogarla para sacar algo de información respecto a la supuesta noche de pasión que había pasado en la noche de su aniversario con su esposo.
— Hola, llegué a tiempo, ¿no? — Le dijo Masami, sentándose frente a su amiga.
— Ya estaba por pedir tu desayuno y comerlo yo también — Le dijo Meisa, generando la sonrisa en la recién llegada.
— No te atrevas. Me levanté tarde y salí de casa prácticamente corriendo.
— ¿Cómo estás? — Le preguntó, sin despegar su mirada de ella.
— Bien. ¿Y tú?
— Bien…
— ¿Cómo va Nishikido-kun? — Le preguntó, bebiendo un sorbo de agua del vaso que el mozo había dejado frente a ella.
— Muy bien. Parece que le gusta lo que hace.
— Por lo que veo, le va a ir mejor que siendo mozo.
Meisa ladeó su cabeza hacia un lado y la miró con una media sonrisa.
— No creas que me he olvidado de ese asunto.
— Si me llamaste para eso…
— No. Masa, en serio…
— Estás demasiado tiempo con Tadayoshi, y también con ese tipo. Quién sabe lo que te metieron en la cabeza — Bufó Masami.
— ¡Te estás hundiendo sola, Masa, por Dios! — Exclamó Meisa, llamando la atención tanto de su acompañante, como de los demás comensales del lugar.
— ¿Te levantaste de mal humor? — Le preguntó Masami, frunciendo el ceño.
— Quiero que reconozcas que tú hiciste que Nishikido-kun tuviera ese accidente en la fiesta de la empresa.
— ¡Ay, Meisa! ¡De acuerdo! ¡Yo lo hice, ¿de acuerdo?! Yo le di un sedante al amante de mi esposo para que terminara tirándose una mesa de copas encima y se destruyera los nervios del brazo, ¿estás contenta? ¿Vas a dejar de molestarme con eso ahora?
— No suenas convincente…
— Piensa lo que quieras — Dijo Masami, hincándose de hombros —. Puedo llegar a hacer cerrar un bar, es verdad, pero…, ¿matar a alguien? ¿Realmente piensas eso de mí?
— No es lo que yo piense, Masa. El problema aquí es que a ti no te gusta perder contra nadie. Aún hasta el día de hoy, te retuerces de la rabia por no haber podido conquistar el amor de Tada, y estoy segura que te crispa los nervios que él haya escogido a otra persona para entregarle su amor…
— Sí, la verdad es que duele bastante que tu esposo te meta los cuernos con un hombre — Reconoció, dándole una mordida a una tostada —. En fin, ¿para qué me llamaste exactamente?
Meisa se sonrió sinceramente.
— Perdón, no era mi intención atosigarte de esa forma a esta hora. En serio, sólo quiero que me acompañes a hacer unas compras. ¡Ah! ¿Cómo estuvo el aniversario? No vi salir a Tada, ¿salieron juntos?
— No. Él tenía que hacer un par de cosas antes de volver a la casa. Cenamos, tomamos y nos acostamos. El típico aniversario de una pareja de más de veinte años de casados.
— Pero ustedes no tienen veinte años de casados.
— Lo sé, por eso lo digo. Pero — Adoptó una pose pensativa mientras siguió con su discurso —…, ya sea por el arrepentimiento o lo que sea, fue tierno… mientras hacíamos el amor.
— Tada siempre fue tierno contigo…
— No. Tadayoshi siempre fue amable conmigo. Es una gran diferencia. Yo nunca le atraje. Es raro. Puedo tener a cualquier hombre que yo quiera, pero como dices, me encapriché con Tadayoshi. Con mi esposo. Y por eso no quiero que nadie me lo quite.
— En serio que no toleras perder…

— ¿Quiere llevarte a Bali? — Le preguntó Aya a Ryo, que estaba sentado al otro lado de la barra, mientras que Eita, estaba sentado en uno de los asientos cerca de la ventana, bebiendo café y leyendo el periódico —. ¿Qué le dijiste?
— No pude decirle nada. Pero creo que no debería hacer eso…
— ¿Por qué? Me parece que está bastante claro cuánto te ama — Le preguntó su amiga, con la boca llena.
— No todo es cuestión de amor, Aya — Dijo Eita, girando su cuerpo noventa grados para mirar a Ryo —. ¿No, Ryo?
El aludido asintió con la cabeza lentamente.
— Akanishi-san me contó que si Okura se separa… Las acciones de su difunto padre pasarían a manos de Nagasawa-san por completo. Y él no podría volver a recuperarlas…
— Se me hace que las cosas están al revés — Dijo Eita, llamando la atención de sus amigos —. Se supone que es el amante el que debe pensar las cosas sin sentido como: “sepárate” o “yo te convengo más”, ¿o no? — Ryo sonrió —. Pero me doy cuenta que pese a todo, estás siendo bastante racional — Se puso de pie y se acercó a su amigo, a quien le palmeó la espalda, mirándolo a los ojos —. Alócate más. Tú no debes ser el racional en la relación.
— Pero si yo no lo soy, ¿quién lo será, Eita?
— ¿Y si quizás lo que quiere ella es eso? — Le preguntó, pasando al otro lado de la barra y robándole un bocadillo a Aya —. Habla con él de tus dudas, de todo lo que te aqueja. No deberías tener secretos con la persona que amas, así seas su amante.
— Eso fue profundo viniendo de ti, Eita — Declaró Aya, mirándolo un poco sorprendida —. ¿Acaso tiene que ver la mujer misteriosa que te llamó la otra vez?
— Quizás — Respondió el aludido, sonriendo de lado.

Una vez más fue arrastrado por un torbellino llamado Okura Tadayoshi que, a diferencia suya, que había alcanzado a meter dos mudas de ropa en la mochila y había salido corriendo de su casa con los minutos contados, lo esperaba de pie en la puerta 31, con una brillante sonrisa.
— Pensé que no llegabas — Le dijo, extendiéndole la mano.
— Odio que me hagas esto.
— Es más divertido de esta forma — Reconoció Tadayoshi —. Además, si no lo hago así, tengo un noventa por ciento de chances a que rechaces mis propuestas — El hombre le extendió dos boletos a la muchacha que esperaba al otro lado de un pequeño mostrador —. ¿Me permites tu pasaporte? — Le pidió a Ryo, quien se lo entregó —. Gracias.
— Pueden pasar. Que tengan buen viaje — Dijo la muchacha.
— ¿Me puedes decir adónde vamos? — Preguntó Ryo mientras iban camino al avión.
— A Bali — Le respondió el aludido, ocasionando que Ryo dudara en seguir caminando —. ¿Ryo-chan? — Tadayoshi lo miró. Sonrió dulcemente al ver la expresión de sorpresa que decoraba su rostro. Se acercó a él y apoyó su frente sobre la suya, sosteniendo su rostro con ambas manos —. Todo estará bien. Sólo quiero pasar algo de tiempo contigo, a solas, sin estar preocupándonos por nadie.
Ryo estaba por hablar, estaba por explicarle el significado de su separación con Masami, si es que no estaba enterado, pero se dio cuenta que el amor que sentía por él, el amor que ambos habían formado en tan poco tiempo todavía era un poco más fuerte que la incertidumbre que sentía.

Durante el viaje cruzaron palabras lo estrictamente necesario. Ryo alegó estar cansado, por lo que decidió fingir que iba a dormir. Y así pasaron 12 horas, de las cuales parecieron haber pasado 10 por el cambio horario. Cuando bajaron del avión, cambió la hora de su reloj, antes que levantar la vista y quedar embelesado por la forma en que las fachadas naranjas y blancas se mezclaban con las pequeñas construcciones hechas por la gente común y la mezcla de culturas entre las diferentes casas de comidas que vieron camino al hotel. Aunque pasaron por varios en su camino, conociendo a Tadayoshi, sabía que iban a quedarse en una humilde posada. Ahora que sabía la forma en que había conseguido su dinero, hasta se sentía mal por ser él la razón por la que estaba haciendo tal despilfarro. Y de repente, como si hubiera sido un regalo caído del cielo, vio el océano en toda su majestuosidad. Lo había visto por vivir en Tokio, pero verlo en otro país, era una experiencia inexplicable. Después de todo, Bali no estaba atestado de edificios como lo estaba su ciudad natal.
Dos pilares blancos a su derecha le dieron a entender que ya habían llegado a destino. A su izquierda sobre una piedra blanca un poco curvada, se destacaba el nombre del hotel: Kuta Seaview.
El vehículo cruzó la barrera y siguió unos cuantos metros hasta la puerta de entrada. Desde allí pudo divisar la hermosa piscina que se alzaba a la izquierda del complejo de habitaciones, detrás de las mesas dispuestas para los inquilinos.
Al entrar a la recepción, pensó que ya era de día, debido al resplandeciente color blanco que se destacaba en el lugar, no importaba dónde mirara. Había unos pocos futones con almohadones color lila y ribetes también blanco dispersados por la recepción. Después de haberle dicho unas cuantas palabras a uno de los sujetos al otro lado del mostrador, fueron a su cuarto. Debieron cruzar el hermoso jardín que lo hacía sentir un poco más fuera que dentro del complejo, hasta llegar a lo que parecía una pequeña casa sólo para ellos dos. Al entrar lo primero que vio fue un diván color ocre, a lo lejos una hermosa cama que parecía darle la bienvenida al modo en que bostezó. Definitivamente, conciliar el sueño en un avión, no era su fuerte. Eso hizo sonreír a Tadayoshi.
— Ven, mira esto — Le pidió, tomándole la mano y arrastrándolo a una puerta que daba al exterior.
El paisaje que vio fue sencillamente inexplicable. Había una perfecta unión entre el verde natural del lugar que se asomaba mucho más que las edificaciones de concreto y el color celeste del mar —. ¿Te gusta? — Aquel paisaje hizo que olvidara todos sus problemas. Miró a Tadayoshi y asintió lentamente —. Yo voy a darme una ducha. Quédate aquí si quieres — Le dijo, atrayéndolo hacia él para acariciar sus cabellos y besar su frente con ternura.
Primero se quedó sentado en el sillón que iba de extremo a extremo del balcón, pero terminó acostado sobre el mismo y cayendo profundamente dormido debido al cansancio y a la caída brisa que se había levantado, invitándolo a descansar un rato.
Fueron los besos de Tadayoshi lo que lo despertaron, ocasionando una vez más su sonrisa.
— ¿Qué sucede? — Preguntó Ryo, somnoliento.
— Te dormiste — Respondió su pareja, palmeándolo para que le dejara un lugar donde sentarse —. Ve a bañarte, tenemos que irnos.
— ¿Adónde?
— Es una sorpresa — Le dijo Tadayoshi, besando sonoramente sus labios, ocasionando que Ryo se sonrojara.

Después de un rápido aseo, volvió a abordar un vehículo pero esta vez, era Tadayoshi quien conducía. Por algún motivo, conocía bastante bien el camino. Se detuvo frente a una casa de dos pisos, y lo miró.
— ¿Y esto? — Le preguntó.
— Baja y mira — Le pidió su pareja, apagando el motor y bajando luego del vehículo, seguido por Ryo.
Tras cruzar el portón negro de hierro, cruzaron el corto trecho que los separaba de la casa. Tadayoshi golpeó la puerta con los nudillos, y esperó.
— ¡Oh! Buenas noches, Okura-san — Lo saludó una cordial mujer con un perfecto acento japonés —. Pasen, por favor.
— Muchas gracias — Saludó el aludido, entrando a la casa con Ryo a sus espaldas. En la planta baja estaba el living comedor, inmensamente amplio, la cocina, dos dormitorios y un baño, mientras que en la planta alta, había otros dos dormitorios con un baño cada uno. Tadayoshi lo invitó a entrar a uno y salir hasta el balcón, desde donde podía verse el océano a lo lejos —. ¿Qué te parece?
No podía negar que sentir sus brazos rodeándolo, la suave brisa nocturna acariciando su rostro y las débiles luces que se hacían más brillantes acercándose al océano lo hechizaban; pero esa mínima parte de raciocinio lo hizo volver un poco en sí.
— ¿Qué es esto?
— Nuestro nuevo hogar.
— ¿Qué?  — Volvió a preguntar, después de girarse para mirarlo.
— Podemos construir una piscina si quieres.
— Okura…
— Cuando te dije que vendríamos a vivir a Bali, lo dije en serio. Es un hermoso lugar en el cual quisiera vivir contigo, para siempre — Sus palabras lo herían en lo más profundo de su alma. Sabía que debía decirle lo que Jin le había dicho pero, por otro lado, no quería arruinar la expresión de ternura que le estaba enseñando sólo a él. Atinó a dejarse abrazar y besar hasta que Tadayoshi se separó para mirarlo —. ¿Qué sucede?
— ¿Con qué?
— Estás siendo demasiado permisivo — Respondió, besándolo.
— Quizás, es porque quiero serlo.
— Esta noche vamos a ir a una reunión. No será aburrido. Es una fiesta local. Allí me encontraré con los dueños para ultimar detalles.
Ryo atinó a sonreír, sin saber del todo muy bien si debía hacer eso.

El regreso fue igual de ameno, pero luego de dejar el vehículo en el estacionamiento del hotel, salieron caminando en dirección a un restorán frente al mar.
Desde la barra, Ryo miraba a Tadayoshi charlando con quienes deduzco que eran los dueños de la casa que iban a adquirir. Pero, aunque no quisiera decírselo, él seguía dudando. Seguía pensando si eso era lo correcto o no. Le dedicó una leve sonrisa antes de regresar al hotel. Llamó a Aya para pedirle unas cuantas frases en inglés. Aunque no era una experta en el idioma, sí sabía un poco más que él. Pidió un taxi en la entrada del hotel y se dirigió al aeropuerto cargando el mismo bolso que había llevado. Abordó el primer vuelo a Tokio y llegó a su departamento cerca del mediodía, excusándose con Meisa mientras estaba aún en el taxi. Pero, sabiendo de antemano que ese sería el primer lugar en el cual Tadayoshi lo buscaría, decidió ir a lo de Aya, donde se quedó hasta la mañana siguiente, aún con ella yéndose a trabajar.
— Buenos días — Dijo la muchacha entrando a la cocina, donde Ryo ya había terminado de prepararle su desayuno.
— Me voy. Toma eso y vete a dormir, ¿está bien? — Le dijo el aludido, agarrando su mochila y colgándosela al hombro.
— Ryo-chan… Gracias — Le dijo.
— Gracias a ti — Sonrió el muchacho antes de dirigirse a la empresa. Agradeció que Meisa y su esposo ya estuvieran en la reunión, por lo que se dispuso a ordenar un poco la oficina y se sentó luego en los sillones que daban a otro complejo de edificios espejados. Difería bastante con Bali, eso estaba claro. Unos suaves golpes sobre la puerta lo quitaron de su ensimismamiento, dando paso a Suzuki.
— Ah. No sabía que estaba aquí.
— Sí, llegué tarde y estuve ordenando algo — Reconoció Ryo, levantándose del sillón para acercarse a ella —. Una pregunta, ¿dónde puedo dejar la mochila? No me parece correcto dejarla aquí…
— La dejaré debajo de mi escritorio si quieres.
— ¿No te molesta?
— Para nada — Respondió la muchacha, a quien Ryo luego le entregó su bolso.
— Muchas gracias.
— ¿Quieres que te prepare un café?
— No, estoy bien. Si quiero, puedo ir a hacérmelo yo solo.
— Como quieras — Dijo la aludida, sonriendo —. Nos vemos luego.
— Nos vemos — Sin señales de sus superiores directos, Ryo volvió a sentarse cómodamente sobre el sillón. Sintió que los párpados se le cerraban y, pese al lugar donde se encontraba, decidió hacerles caso a ellos. Así hubiera sido de no haber sido por la abrupta forma en que fue abierta la puerta, haciéndolo pegar un salto y levantarse del sillón. Al girarse para ver al recién llegado, se dio cuenta que había sido Tadayoshi y que estaba, con razón, bastante molesto.
— ¿Me quieres explicar qué rayos hiciste? — Le preguntó después de cerrar la puerta de una forma completamente distinta a la que la abrió. Su oyente lo miró y sonrió levemente antes de acercarse a él.
— ¿Por qué?
— Porque volviste sin decirme absolutamente nada. ¿Qué sucedió? ¿Acaso hice algo que te molestó?
— ¡Por supuesto que sí! ¡Compras una casa en medio de la nada sin siquiera consultármelo! ¿No te parece eso una razón suficiente como para que huya despavorido?
— ¿Dónde pasaste la noche? Te llamé a tu casa, al celular, y nadie respondía.
— No te importa.
— Ryo…
— ¡Si te lo digo, ya vas a saber dónde encontrarme! — Reconoció, intentando por todos los medios de no sonreír.
— ¿Es que acaso piensas hacer esto seguido?
Su mirada era franca. Demasiado franca y honesta.
— Es que… no puedo — Musitó —. Ya no puedo con todo esto. Creo que no fue una buena idea aceptar el puesto que me inventó Meisa-san.
— Ryo-chan… ¿Qué te hizo cambiar? — Le preguntó, acariciando su mano derecha —. Hace unas semanas estabas dispuesto a destruir el mundo para estar conmigo, y ahora…
— Quizás yo sea el único que piensa en esta relación…
— ¿Quieres decir que yo no lo hago?
— ¡Eres impulsivo, demonios! ¿O acaso llevarme a un hotel lujoso en medio de Tokio o en medio de Bali te parece sensato?
— Por supuesto. Cada paso que doy, lo pienso cautelosamente.
— Para salvarte el pellejo.
— ¿Perdón?
— Lo siento. Pero ya no quiero esto — Le dijo, entregándole algo que dejó dentro del puño cerrado de Tadayoshi —. No pensé que ser tu amante me traería tantos problemas — Suspiró.
— Me estás devolviendo el anillo…
— Lo sé.
— No voy a aceptarlo, Ryo-chan. Vienes, dices que me amas, haces que mi vida por primera vez tenga algo de sentido, ¡¿y ahora me dices que te vas?! ¡Así como si nada! ¡Como si lo nuestro nunca hubiera significado nada! ¡Como si estuvieras burlándote de esos sentimientos que mantuviste en secreto por tantos años! ¿Crees que eso es justo?
— Quizás todo fue una ilusión. Quizás yo te idealicé demasiado.
— No — Le dijo, agarrándolo del brazo —. No voy a permitir que esto termine así.
Ryo no podía reaccionar. Por un lado, Tadayoshi le hablaba con total seriedad, pero al otro lado de aquellos anteojos, podía ver cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, y el agarre sobre su brazo, temblaba. Pese a todo, seguía siendo el mismo chico miedoso del cual él se había enamorado.
— Okura…
Acarició una de sus mejillas con ternura. Quería decirle que lo amaba. Cuánto lo amaba. Que sabía lo de su madre, lo de su verdadera relación con Masami, pero, una vez más, la puerta de la oficina volvió a abrirse, dándole paso, justamente, a Masami. Al verla, ambos se separaron automáticamente, girando sus cuerpos unos noventa grados a lados opuestos. Ryo no supo en qué momento, pero su anillo, ahora estaba debajo de la palma de su mano, sobre el escritorio.
— Tadayoshi, ¿puedes venir un momento, por favor? — Pidió la mujer, mirando alternadamente a su esposo y a Ryo.
— Claro.
La puerta se cerró detrás de sus espaldas. Ryo jugó unos momentos con el anillo y lo guardó en su bolsillo.
— ¡Ah! ¡Nishikido-kun! — Dijo Meisa, entrando a la oficina junto con su esposo —. Pensé que hoy tampoco ibas a…
— Muchas gracias por todo — Dijo Ryo, repentinamente, dedicándole una profunda reverencia a la pareja —. Les agradezco de todo corazón lo que hicieron por mí, pero… ya no puedo soportarlo. No tengo fuerzas. Ya no…
— Entiendo — Dijo la mujer, suspirando luego —. ¿Qué sé le va a hacer? Y yo que pensé que ibas a tener un buen futuro aquí. Fue un placer conocerte, Nishikido-kun. Está demás decir que espero que nos encontremos en algún futuro para que me prepares ese café delicioso que sólo tú sabes hacer.
— Por supuesto que sí — Dijo el aludido, sonriendo.
— Espero que lo que le dije no haya sido la razón por la que se está yendo — Dijo Jin, sentándose frente a su esposa.
— ¿Qué le dijiste? — Preguntó Meisa, fijando su mirada sobre él.
— Que Tadayoshi se casó con Masami por las acciones de su padre.
Meisa suspiró, cerrando los ojos y volvió a mirar a su esposo.
— Tú no tendrías que habérselo dicho… Tada en cualquier caso…
— Lo siento, pero, Meisa, lo que me dijiste es verdad. Si Tadayoshi es capaz de renunciar a todo por él… significa que realmente lo ama. Fue por eso que se lo dije.
— Te entiendo, pero… Bueno… Lo hecho, hecho está. Pero tendrás que advertirle a Tada que Nishikido-kun ya lo sabe.
— Está bien. Después hablo con él.

Tadayoshi entró a la oficina de su esposa y se lanzó sobre una de las sillas frente al escritorio.
— ¿Qué quieres? — Le preguntó, resoplando.
— Estoy embarazada — Respondió Masami, palabras a las cuales Tadayoshi reaccionó bastante tiempo más tarde, dedicándole una expresión de sorpresa.
— ¿Qué…? — Musitó.
— Lo que oíste — Dijo la mujer, acercándose a él —. Así que más vale que ya termines con eso de tener un amante por ahí.
— Ryo-chan no es eso. Es la persona que amo.
Masami le dio una sonora cachetada al ver cómo su esposo fijaba su mirada sobre la suya para confesar aquello.
— Escúchame bien: si te atreves a abandonarme, no sólo vas a tener que despedirte de las acciones de tu padre… También vas a tener que despedirte de este bebé — Declaró, acariciándose el vientre.

Eita dejó de lado sus deberes y se acercó a uno de los cuartos detrás de la barra, donde Ryo intentaba seguir haciendo algo con la movilidad de su mano.
— ¿Cómo va eso? — Le preguntó Eita, llevándole un trago.
— Bien. ¡Ah! ¿Eso es para mí?
— Es lo menos que te mereces por estar aquí haciéndonos compañía.
— Bueno… Es todo lo que puedo hacer por el momento. ¿Sabes? Creerás que estoy loco, pero últimamente estoy sintiendo algo en la mano… ¿Será algo psicológico?
— ¿Por qué no vas a ver a otro médico? Aya conoce a algunos muy buenos.
— ¡Con ella seguro que son buenos!
— Eso es cierto… Después de todo, son sus fanáticos.
Ambos rieron a carcajadas.
— Terminé con Okura — Soltó Ryo, obteniendo así la completa atención por parte de su oyente —. No se lo digas a Aya porque va a empezar a sermonearme, pero… Creo que es lo correcto… aunque me duela…
— ¿Le dijiste lo que sabes?
— No — Suspiró el aludido.
— Debiste habérselo dicho. Aya me contó que se fueron a Bali.
— Corrección: me llevó a Bali a la rastra.
— Quizás haya sido él quien se alocó demasiado, pero Ryo… Te lo repito, no pienses demasiado las cosas.
— ¿Cómo van las cosas con esa mujer misteriosa?
— Por eso mismo te lo estoy diciendo — Reitero, de alguna forma, con una sonrisa —. Si aún mantengo esta relación, es porque yo no pienso demasiado.
— ¿A qué te refieres…?
— Si pensara…, definitivamente estaría solo.

Como se lo había aconsejado Eita, Ryo fue con Aya a pedir una segunda opinión. Del consultorio, salió una enfermera que los invitó a pasar.
— ¡Aya-chan! — Saludó afectivamente un hombre a la aludida.
— ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo!
— ¡Mejor que tú no lo creo! Así que este es tu amigo.
— Sí, Ryo-chan.
— Muy bien. Nishikido-kun, ¿te has hecho los exámenes que te pedí?
— Sí. Aquí están — Respondió el muchacho, entregándole un sobre color madera, del cual el médico extrajo varios papeles y radiografías.
— ¿Quién te dijo que lo tuyo era irreversible? — Le preguntó, después de revisar lo que tenía entre sus manos.
— Pues… el médico que me atendió cuando llegué al hospital.
— Déjame decirte que deberían revocarle su licencia médica…
— ¿Quieres decir que la operación no es necesaria? — Preguntó Aya.
— Por supuesto que no. Si sigue con la rehabilitación como hasta ahora, poco a poco sus nervios se irán regenerando y, por consiguiente, Nishikido-kun recuperará el sentido del tacto en la mano.
Tanto Aya como Ryo se miraron. Por un lado, estaban muy contentos al oír eso, pero, por otro lado, se preguntaban por qué el diagnóstico de aquel doctor había sido tan errado.

En los días consecutivos, Ryo se quedó durmiendo en el departamento de Aya y yendo al consultorio de su amigo día por medio. Mientras tanto, su celular había terminado apagándose por falta de batería y decidió comprar otro con lo que había ganado en su trabajo en Nagasawa Corp. No había cerrado su cuenta de red social pero, sin embargo no la revisaba, no quería encontrarse con los cincuenta mensajes que Tadayoshi le había enviado por día. A medida que su movilidad iba mejorando, estaba teniendo más responsabilidades en el bar. Masami no había vuelto a aparecer, para tranquilidad de Ryo. De ser posible, esperaba no volver a verla nunca más, ni a ella, ni a Tadayoshi.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? — Espetó Tadayoshi a su esposa, mirándola de reojo al ver frente a qué edificio había detenido la marcha.
— Bajemos y ya lo verás — Dijo Masami, sacándose el cinturón de seguridad —. No sabía que conocías este lugar.
— Claro que lo conozco. Debí venir aquí a hablar con Eita a indemnizar el daño que le habías hecho — Mintió, imitándola y saliendo del vehículo.
— Nadie te dijo que lo hicieras — Dijo la mujer, cruzando la calle para entrar al edificio.
— Habías echado a Ryo de la empresa, ¿acaso pensaste en sacarle el único sustento que tenía? — Le reprochó, pero la mujer no se inmutó. Ambos subieron las escaleras que los separaba del bar que estaba en el primer piso, al cual entraron. Al divisar la barra a pasos de las escaleras, vieron a Ryo sentado en una de las banquetas y a Eita del otro lado. Ambos se sorprendieron sobremanera al verlos llegar.
— Buenos días — Saludó Eita.
— Buenos días, Eita-kun — Dijo Masami.
— Buenos días — Musitó Tadayoshi, mirando a Ryo.
— Buen día — Dijo el aludido, levantándose luego de la banqueta —. Aya dijo que necesitaba ayuda atrás, ¿no?
— ¡Ya está! ¡Ya termi… né! — Dijo la muchacha, apareciendo detrás de Eita, quien también se sorprendió al ver a la recién llegada pareja.
— Nishikido-kun — Lo llamó Masami, por lo que el aludido se giró para mirarla —, ¿por qué no nos preparas a mi esposo y a mí esos cafés que tan delicioso dice Meisa que te salen?
— Seguro — Dijo Ryo. Pese a todo, ella aún seguía siendo cliente frecuente del bar —. Te juro que le pondría cianuro — Le susurró a Aya, cuando paso a su lado, generando su sonrisa.
La pareja se sentó al lado de la ventana. Podía oírse el ruido que hacía Ryo en la cocina, y el débil sonido de una canción proveniente de un equipo musical que no llegaban a ver.
— Es extraño que venga al bar a esta hora, Nagasawa-san — Le dijo Eita.
— Por algún motivo, recordé las palabras de Meisa y quise venir a probar ese café.
— Podrías haber bebido ese café cuando Ryo aún trabajaba en la empresa — Le dijo Tadayoshi, jugando con una servilleta, pero la aludida, ni siquiera lo miró.
— Aquí tienen — Dijo Ryo, llegando al lado de ambos con dos pocillos de café y unas tostadas recién preparadas —. Que lo disfruten.
— Gracias. ¡Se ve delicioso! — Exclamó Masami, visiblemente emocionada.
— Bueno, Eita — Dijo Ryo, dejando la bandeja que había llevado sobre la barra —. Yo me voy.
— Toma — Le dijo su superior, pasándole la mochila que estaba detrás suyo.
— ¿Te vas? — Le preguntó Masami.
— Tengo que ir al doctor.
— ¿Te sientes mal? — Le preguntó Tadayoshi.
— Parece que el diagnóstico que me dieron estaba equivocado — Respondió el aludido.
— Me alegro mucho, Ryo-chan — Dijo el hombre, sinceramente —. Realmente me alegro.
— Al menos, felicítame — Le pidió Masami, por lo cual, el aludido la miró.
— ¿Por qué debo hacerlo?
— Porque estoy embarazada.
Tadayoshi agradeció no haber bebido aún café, ya que de lo contrario, ante la respuesta de su esposa, se habría ahogado.
Los presentes pusieron, sin darse cuenta, la misma expresión de sorpresa. Ryo sintió que sus pies estaban pegados al suelo. Quería escapar, salir huyendo escaleras abajo, pero no podía. Tenía que decirle algo para poder hacerlo.
— La felicito… Los felicito — Dijo.
— Espero que esto sea motivo suficiente para que dejes en paz a mi esposo — Agregó, bebiendo algo de café, bajo la mirada de desaprobación de Tadayoshi.
— Por supuesto. Tengo que irme.
Tadayoshi miró a Ryo, pero éste ya estaba unos largos pasos lejos suyo.
— ¿Por qué hiciste eso? — Le preguntó Tadayoshi a Masami.
— ¿Qué tiene? ¿Acaso tú se lo ibas a decir?
— Ese es mi problema.
— Te equivocas. Tú eres mi esposo, así que también es un asunto que me incumbe.
— Exacto: soy tu esposo, Masami, no tu esclavo.
— Y porque eres mi esposo, me debes respeto, Tadayoshi — Le dijo, seriamente.
— Tú jamás me respetaste como persona…, ¿por qué debería hacerlo yo ahora? — Le preguntó, recorriendo con sus yemas el borde de la taza.
— Sabes muy bien por qué…

En el autobús que lo llevaría a su cita con el doctor, Ryo se refugió entre sus propios brazos, cubriéndose la cabeza lo más que pudo con la capucha de su buzo y dejó que las lágrimas de rabia que habían amenazado con nublarle la vista, finalmente desaparecieran.
Se dio cuenta que, quizás, su amor hacia Tadayoshi sí era fuerte, pero el que Tadayoshi tenía por él, no lo era.

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Notas
Les dejo acá algunas fotografías del Kuta Seaview, el hotel donde Ryo y Tatsu se alojaron en Bali xD (la casa ya me la vendieron buuuu xD)




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