30 de enero de 2015

[LDS] Octavo secreto: Lenguaje corporal

Me hice la rata xD (that's not good... umm...)
La tele
En casa :D
Ciaossu~!!
Año nuevo, nueva actualización... No esperen... Este año ya había publicado algo jajajajajaja
Octavo capítulo de LDS.
¿Querían IkuTego? ¡Acá tienen su IkuTego! Oh, eso fue un spoiler :P pero no les adelanté nada que no quisieran.
Enjoy~ ♥

Título: Little dirty secrets.
Fandom: Johnnys.
Formato: Multi-chaptered.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Capítulos: 08 / 14
Sinopsis: Toma no puede controlar sus sentimientos y en medio del festival, deja que estos salgan a flote, sin pensar en las consecuencias.
Nota: En este episodio, la letra itálica corresponde a lo relatado por Toma.



****************************************

Octavo secreto: Lenguaje corporal.

No pude pegar un ojo en toda la noche. Sólo pensaba en él. No sabía por qué. No entendía qué se estaba despertando en mí cada vez que lo miraba, cada vez que nuestros labios se tocaban. Sentí un dulce sabor sobre ellos, después de recordar sus besos. Abrí los ojos con pereza y lo vi ahí, sentado al lado mío, en la cama, relamiéndose los labios con los ojos cerrados. Saboreando aquel beso que me había robado. Sin siquiera dejarlo pestañear, me incorporé apenas y lo agarré de la nuca, atrayéndolo hacia mí, dándole el beso más profundo que pude darle en ese momento. Nos dejamos llevar y así llegó encima mío. Su cuerpo desnudo era perfecto, aún más perfecto que una muñeca de porcelana. No quería mancillar su blanca piel, pero el ardor que sentía en mi hombría, entrando y saliendo de su interior, me imposibilitaba no clavar mis uñas en su espalda. Me di cuenta que a él también le gustaba sentirlo. Su interior se contraía y gemía con una sonrisa cada vez que lo hacía. Aún así, fui lo más dulce posible con él.

Pero eso estaba mal. 

No sólo hacía apenas unos días había salido de una larga relación. Sino que esa relación había sido con un cercano amigo mío. 

Pero a la mierda los códigos. Tener sexo con Yuya era increíble. 
Cuando se dio cuenta que estaba por correrme, aumentó sus movimientos encima mío. Su cuerpo se estremecía cada vez que su interior era golpeado. Sus manos de aferraban a mi cuerpo buscando apoyo. Sus ojos me miraron y me sonrió. 

En ese momento, desperté. 
Carajo, jamás había tenido uno de esos sueños, pero había sido genial.
Casi podía palpar su cuerpo. Casi podía sentir su cuerpo encima mío.
Pero estaba equivocado. 
Cuando hice a un lado las sábanas, sí, me había corrido, pero había sido producto de mi propia fantasía. Cuando me giré a la derecha, mis ojos casi se salieron de sus órbitas oculares. ¿No había sido un sueño? ¿O seguía dormido?
Él estaba ahí, profundamente dormido. Como si fuera un ángel. De repente, se despertó perezosamente, sonriendo al verme. 
- Buenos días - Me dijo, con voz somnolienta.
- ¿Por qué estás aquí? - Tragué en seco. Entonces, ¿toda esa fantasía había sido cierta?
- Hubo una fuerte tormenta y vine a dormir aquí. Intenté despertarte, pero sí que duermes como un tronco.
Había sido un sueño. Un jodido y condenado sueño. Por un lado, me alivié, por recordar fragmentos de una noche increíble, pero por el otro, me preocupé. Que haya soñado con él, de esa forma, significaba una cosa: que lo deseaba.

Me levanté y le dije que podía descansar un poco más. Yo me asearía primero y luego bajaría a la cocina para hacer el desayuno. 
Se terminó levantando cuando sintió el aroma a café recién hecho. 
— ¿Dormiste bien?
— Sí, como un bebé - En realidad, estaba por preguntarle si había oído algo entre sueños, pero si hubo tormenta, como él dijo, lo más probable es que no hubiera alcanzado a oír nada -... porque tú estabas a mi lado.
Me lo quedé mirando con una expresión neutral, pero, por dentro, sentía que los latidos de mi corazón se habían detenido. Forcé una sonrisa.
— ¿Y eso? - Le dije, antes de volver a la realidad y algo de café en dos tazas.   
— La verdad es que... soy un niño que le teme a las tormentas.
Suspiré, aliviado por su respuesta.
— ¿Por qué dices que eres un niño? Todos tenemos nuestros temores.
— Pues yo también le temo a los insectos.
— Yuya — Puse mis palmas sobre la mesa que nos separaba y lo miré a los ojos —, no eres un niño por tenerle miedo a las tormentas o a los insectos. Los adultos también tienen sus temores.
— ¿Por ejemplo? ¿Tú a qué le temes?
— Por ejemplo..., a la muerte, al rechazo. Cuando te gradúas de la universidad, ¿usualmente no tendrías miedo de ser rechazado en alguna entrevista de trabajo importante?
— Supongo — Respondió, suspirando, apoyando su cabeza sobre sus brazos, los cuales estaban cruzados sobre la mesa —... Pero a mí nunca me han rechazado — Me miró pícaramente. Yo sólo le sonreí.
El teléfono sonando me salvó. Era mi madre. Quería saber cómo habíamos llegado y si habíamos pasado bien la noche. Mientras hablaba por teléfono, vi la figura de Yuya recorriendo la casa sin soltar la taza de café. Cuando corté la llamada, lo vi regresar a la cocina con un caderín negro. Mi madre me había comentado que una amiga de mi prima se lo había regalado. La muchacha en cuestión era mitad árabe, por lo que utilizaba eso para el baile del vientre.
— ¿Sabes para qué es eso? — Le pregunté a Yuya, sonriendo.
— Es parte de un traje de danza árabe, ¿no? — Me respondió mientras meneaba sus caderas de un lado a otro haciendo sonar las decoración de aquella tela.
— Sí — Le respondí, tragando en seco.
— ¿Quieres que te baile? — Me preguntó, con un brillo especial en sus ojos. A diferencia de mis impuras intenciones para con él, Yuya sólo estaba dispuesto a divertirse.
— ¿Sabes bailar?
— Todo se aprende en la vida.
— Pero hay algo que te falta...
— ¿Qué cosa? — Estaba por salir volando a quién-sabe-dónde, pero detuvo abruptamente su carrera al oírme hablar.
— Caderas — Le respondí.
— No hace falta ni tener caderas, ni ser mujer para ser sensual — Me respondió, con la voz ronca, mientras acariciaba sensualmente el umbral de la cocina. Me maldije a mí mismo por haber dicho lo que dije. Regresó al poco tiempo y me llevó a la rastra al living. Allí me lanzó al sillón y buscó música en su teléfono celular. No tenía música de ese estilo, así que encontrarla, le llevo unos cuantos minutos. También había corrido a buscar el velo que estaba junto con el caderín. Sonriendo, dejó el aparato sobre la mesa al lado del sillón y se dejó llevar por la música.
Efectivamente, no necesitaba ser mujer para ser sensual porque él ya lo era. Tuve que cubrir mis labios y cruzarme de piernas. Realmente llegó un punto en que quería salir corriendo al baño y satisfacerme, a menos que él quisiera que le hiciera el amor ahí mismo. En cambio Yuya, ni se inmutaba de mi estado, él sólo bailaba. Sólo para mí. 
Mis labios estaban por separarse en un momento para preguntarle si alguna vez le había bailado a Ryo de esa forma, pero me contuve.
La música terminó y él se acercó a mí, sosteniendo el velo sobre su nariz, sin llegar a cubrir sus ojos. Se sentó encima mío, aún cuando yo estaba con las piernas cruzadas, mientras yo estaba muriendo internamente. Llevé una de mis manos a su espalda baja para sostenerlo y que no se cayera.
— ¿Qué sucede? — Le pregunté. El silencio ya se me estaba haciendo demasiado incómodo.
— ¿Y bien? ¿Aún piensas que necesito ser mujer para ser sensual?
Fruncí mis labios, con una pose pensativa, y lo hice sonreír. Acto seguido, se levantó de un salto y, llevándose su teléfono celular consigo, regresó a la cocina. Sin decirle nada, yo corrí al baño, abrí el grifo de la ducha y, dejando que el agua corriera, me masturbé, pensando en él, y en todo lo que había despertado en mí. 

A la noche, ambos salimos de la casa y nos encaminamos al pequeño festival que los lugareños hacían año tras año para celebrar la cosecha. Yo opté por usar una yukata añil con ribetes en color negro, nada llamativo. Yuya, por su parte, había llevado uno color crema, con detalles en ocre y verde agua. Su cabello rubio no pasaba desapercibido entre las personas que fuimos cruzando, por lo que empecé a preocuparme un poco por si nos reconocían.
— ¿Sucede algo malo? — Me preguntó.
— Estoy pensando qué sucedería si nos llegaran a reconocer.
— ¿Crees que alguien lo hará? — Me preguntó, con sincera incredulidad.
— Bueno..., después de todo, trabajamos en la Jimusho...
— Tengo una idea — Me dijo, pero antes de preguntarle qué tenía en mente, ya había saltado al lado de una vendedora de yukata y ambos entraron al dichoso puesto de ropa —. Toma-kun — Una inocente voz sonó a mis espaldas. Al voltear, me quedé estupefacto, viendo no sólo una hermosa yukata color rosa pastel decorada con flores de cerezo, sino también a la persona que lo vestía. Yuya había entrado a ese lugar para vestirse como mujer. Increíblemente, lo parecía y con sólo agregar un pequeño bolso de mano haciendo juego y un par de hebillas sobre sus cabellos, cumplió su cometido. Si ahora las miradas se posaban sobre él, sería porque a la gente vería a una hermosa muchacha —. ¿Y bien? ¿Cómo me veo?
— Te ves... hermoso — Rápidamente desvié mi vista e intenté cambiar el curso de la conversación —. ¿Seguimos recorriendo? — Solté, de inmediato, a lo cual Yuya asintió con la cabeza y, agarrando mi brazo, continuamos por nuestro camino.
Pasamos por la mayoría de los puestos. Se me cruzó por la mente que hubiera sido mejor si no se hubiera cambiado de ropa. Ahora todos volteaban a verlo por su fingido tono de mujer al momento de llamarme. Pero él la estaba pasando bien, y el viaje, había sido justamente para eso.
— Estoy cansado — Me dijo, en un momento.
— Pero aún falta lo mejor — Sus curiosas orbes oscuras me miraron —. Sígueme. Compraremos un par de refrescos en el camino.
Luego de pasar detrás de uno de los puestos de comida, entramos a la arboleda que se extendía a ambos lados del camino. Yuya no hablaba, sólo me seguía. Podía sentir su respiración agitada detrás mío. Creo que de la emoción, estaba yendo demasiado rápido. 
— Ya llegamos — Dije, triunfal, llegando a lo más alto de un monte desde el cual podía verse las luces de la ciudad —. Este es mi lugar especial.
Toma..., es hermoso — Atinó a decir después de haber estado un rato en estado catatónico, mirando las brillantes luces a lo lejos.
— Y espera a que empiecen los fuegos artificiales — Añadí, acostándome en el pasto. Él me miró y sonrió, sentándose luego a mi lado. Amé cómo el viento jugaba tímidamente con su cabello. Su perfil era perfecto. De repente, me miró, quizás, al haberse sentido observado, pero no me dijo nada. Con su mentón apoyado sobre sus rodillas flexionadas, me miró, igual a como yo lo estaba haciendo con él. Volvió su vista a la ciudad y luego a las estrellas, lanzándose al lado mío, de imprevisto, segundos después.
— ¿Conoces las constelaciones? — Me preguntó.
— No.
Yo tampoco. Pero igual podemos encontrar formas en las estrellas, como en las nubes, ¿no crees? — Me reí, y asentí con la cabeza cuando me miró —. Por ejemplo, aquellas de allá tienen forma de pez.
— Sí, parece.
— Aquellas forman la torre de Tokio.
— ¿Eh? Eso no es verdad.
— ¡Claro que sí! Mira, aquellas forman la base...
— ¡Que no!
— ¡Y esa de allá...!
Cuando nos dimos cuenta, estábamos demasiado cerca y nuestros dedos apuntaban una misma estrella.
— Lo siento — Le dije, sentándome. En realidad, no supe ni por qué le había dicho eso.
— No tienes nada de qué disculparte — Dijo él, mirándome desde abajo —. No has hecho nada malo. Al contrario, este corto tiempo, la pasé muy bien contigo — Pude sentir su mano sobre la mía, cerré los ojos y esperé que la leve brisa calmara mis pensamientos. Lo siguiente que sentí fue un suave beso sobre mi mejilla. Abrí mis ojos lentamente y él estaba ahí, mirándome. No estaba pensando en nada. Me dejé llevar. Acaricié su mejilla con mi mano derecha. Él cerró los ojos y se dejó acariciar como si fuera un cachorro pequeño. Presentí que estaba por llorar. Sus cejas y sus labios fruncidos aparentaban eso. Me acerqué un poco a su rostro y rocé mi nariz con la suya, haciéndolo sonreír. Mi mano acariciaba su nuca tiernamente y mis labios besaban sus mejillas de la misma forma, sonoramente, para que aquellos besos quedaran grabados hasta en su mente. Finalmente, besé sus labios con ternura. Yuya inhaló aire con dificultad. Efectivamente, había estado al borde del llanto.
Nuestros besos parecían no tener fin. Él no se movía, no había atinado a tocar otra parte de mi cuerpo excepto mi mano, la cual estaba clavada al suelo por su culpa.
— Yuya — Gemí, hurgando en su cavidad para buscar su lengua. Él me aceptó y soltó el agarre sobre mi mano para cruzar sus brazos detrás de mi cuello.
— No me llames así — Gimió en un susurro.
— ¿Por qué? — Le dije, besando su cuello —. Es injusto que tú me llames por mi nombre y yo no pueda hacerlo.
— Es que no sé lo que me sucede cuando lo haces.
Lo miré, sus mejillas estaban rojas.
— Yuya — Repetí, dándome cuenta que su mirada brillaba y sus mejillas se volvían bordó por unos segundos, hasta que él negó efusivamente son su cabeza, mientras sonreía —. Te gusta. Eso es lo que sucede.
— Sí, me gusta. Y siento que... me gustaría oírte diciendo mi nombre para siempre.
— Esta noche, voy a decírtelo hasta que te canses.
Él me sonrió. 
Recostándolo sobre el suelo, fui deshaciéndome poco a poco de su yukata, para poder acariciar, besar y ver la piel que se erizaba debajo de aquella tela, obviamente, como le había advertido, sin dejar de gemir su nombre en todos los tonos de voz que pude decírselo.
— Al final..., no tenías razón en lo de la danza árabe — Dejé de besar su vientre para mirarlo —. Tú eres sensual y no eres hombre — Le sonreí y subí para besar sus labios. Me senté encima suyo y me quité la yukata, lanzándola detrás mío. Lo miré de reojo. Se había mordido el labio cuando me vio haciendo eso. Seguí mi camino hacia su entrepierna, pero cuando llegué a destino y mordí su hombría, Yuya se sentó y me hizo ocupar su lugar —. Te mentí.
— ¿Cuándo?
— Hoy. Cuando despertaste, me preguntaste qué estaba haciendo a tu lado, y yo te respondí que fui a la habitación donde tú estabas porque hubo tormenta. Pero no es cierto.
— ¿Entonces? ¿Qué sucedió realmente? — Mi garganta estaba seca. El maldito se frotaba encima mío mientras susurraba sensualmente.
— Te oí gimiendo al otro lado. Pensé que estabas teniendo una pesadilla y fui a verte — Hizo una interminable pausa antes de continuar su relato —. Pero estabas soñando y mencionaste mi nombre. No podía dejarte así, así que te ayudé.
— ¿Qué me hiciste?
— Te masturbé. Cuando te corriste, fui al cuarto de baño a lavarme las manos, pero cuando volví... ¡Tu rostro dormido es hermoso, Toma! — Soltó, finalmente, haciéndome sonreír —. Me acosté a tu lado y cuando me di cuenta, ya era la mañana siguiente y habías despertado.
— Eres un mentiroso.
— Tú también lo eres.
— ¿Qué querías que hiciera? ¿Que te dijera que me moría de ganas de hacerte el amor?
— ¿Por qué no? — Me dijo él, hincándose de hombros, deteniendo sus movimientos encima mío —. Aún no es tarde para hacerlo.
— Yuya — Le dije, acariciando su mejilla con la palma de mi mano —..., me muero de ganas de hacer el amor contigo — Me sonrió. En su mirada llena de lágrimas me di cuenta que jamás había oído eso. No quería preguntárselo en ese momento, pero me había dado cuenta de que esa era la realidad y que, además, estaba agradecido por esas palabras —. Te amo.
Nuestros labios se tocaron una vez más, dándole el inicio a nuestro primer acto amoroso. Lentamente su cuerpo bajó sobre mi erección, mientras mis manos acariciaban todo su cuerpo. Empezó dando pequeños saltitos, mientras cortos gemidos salían de sus labios. Mi sueño no se comparaba a la realidad. En mi sueño, no habían palabras por medio. En cambio, en la realidad, nos profesábamos amor eterno, nos llamábamos, nos decíamos cuánto nos amábamos, aún cuando realmente, nos habíamos tratado desde hacía unos pocos días. 
No creía en el amor a primera vista hasta que lo vi a él. 
Quizás, que fuera la pareja de Ryo, había sido lo que evitaba que le hubiera dicho algo, pero ahora, él estaba dispuesto a olvidarlo, y no era para menos. No supe en qué momento él empezó a sentir algo por mí, y en ese momento, realmente no me importaba, porque me estaba demostrando su amor entregándome su propio cuerpo, su propia alma; algo que yo también le estaba entregando a él. 
Me senté y lo abracé con fuerza, dándole mis estocadas finales. Llegamos al clímax juntos, al mismo tiempo que los fuegos artificiales aparecían en el cielo, como si estuvieran dándole la bienvenida a nuestro amor.

2 comentarios:

  1. ajshdajsdaksjdñas qué buen capi, gracias a tu blog me he convertido en una adicta al IkuTego xD ♥... Ahora viene lo bueno cuando se entere Ryo de lo que está pasando *O*...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias ^____^
      jajajajaja, ese es el efecto secundario por leer muchos de mis fics ^.^;
      Oh, sí, aunque Ryo... creo que está preocupado por otras cosas :v *spoilerinnecesario.com*

      Eliminar