28 de febrero de 2015

[Star] Capítulo 03: Engaño

Me duele el alma ;wwwww;
La radio~
En casa~


Ciaossu~
Perdón por la tardanza xDDDD estuve algo ocupada esta semana >< pero ya estoy libre~ y puedo escribir fics hasta que se me caigan los dedos (? Ok, tampoco hasta llegar a ese extremo xD
¡Hasta la semana que viene!
Enjoy~


Título: So you think you can be a star.
Fandom: Johnnys.
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, Romance, Smut, Violento.
Rating: NC-17.
Cantidad de palabras: 4577. 
Estado: Finalizado.
Sinopsis: La ausencia de Tadayoshi en la empresa, hace que Yuya sospeche que Ryo tiene a alguien que desea más que a él, y eso no lo dejará pasar. Toma va a ser el lacayo a quién le va a pedir que despeje sus dudas y a quien intentará atraer para satisfacer sus necesidades.
Nota: Me disculpo por la cantidad de insultos que van a encontrar en este capítulo xD Son todos una manga de boca sucias, loco xD pero les juro que los insultos eran estrictamente necesarios xD



************************************************


Capítulo 03: Engaño.

Ryo miraba lo vulnerable que estaba Tadayoshi, mientras ambos esperaban que el doctor saliera de la habitación. Sentir su teléfono vibrando dentro de sus pantalones, lo volvió a tierra por unos instantes. Era un décimo mensaje de texto por parte de Yuya. Suspiró y volvió a guardar el aparato en su lugar.
— Puede volver.
— ¿Eh? — Preguntó, ante las palabras del muchacho.
— Donde sea que haya estado, puede volver.
Aunque sus palabras decían una cosa, algo en su mirada le dio a entender que necesitaba todo lo contrario. Aunque dijera que podía dejarlo solo, la realidad era que tenía miedo, y que necesitaba a alguien cerca suyo.
— Está bien. Ya dejé dicho que probablemente no regresaría por el día de hoy — Se sentó a su lado, antes de terminar de expresar sus ideas —. Después de todo, yo no era del todo indispensable en ese lugar — Agregó, sonriendo.
El comienzo de su charla fue interrumpida por la llegada del doctor. Al verlo salir, Tadayoshi se puso de pie casi de forma automática.
— Doctor, ¿cómo está mi madre?
— Se encuentra estable. La enfermera me dijo que recuperó el conocimiento y dijo que mientras estaba cocinando, le empezó a doler las rodillas, pero al volverse para agarrar su medicamento, cayó al suelo. De ahí no recuerda nada más, pero como tú dijiste que la hallaste en el suelo cuando llegaste a casa, quizás haya perdido la consciencia producto de un golpe. Recuerda quién es, sabe que tiene un hijo y sabe dónde vive. De todas formas, me gustaría someterla a unos estudios de rutina, para descartar cualquier cosa. Tú... ¿No estabas en casa a esa hora?
— Fue mi culpa, doctor — Se excusó Ryo.
— Usted es...
— Soy el superior de Okura-kun.
— Ahhh...
— Okura-kun no me dijo nada acerca de su horario, pero después de esto, es más que obvio que voy a tomar en cuenta que debe volver a casa temprano.
— Se lo agradecería mucho. Aunque su enfermedad no está demasiado avanzada, Okura-san es una persona demasiado activa como para que esté todo el día sin nadie que la controle.
— Está bien. Haremos lo que usted diga — Dijo Ryo.
— Eso es todo.
— Hasta mañana — Lo saludó Tadayoshi, dedicándole luego una reverencia, la cual fue imitada por Ryo. Una vez el médico desapareció de la vista de ambos, el menor de los presentes se sentó en una de las sillas frente al cuarto de su madre.
— Puedes tomarte el día.
— ¿Eh?
— Mañana. Algo me dice que vas a quedarte en vela aquí toda la noche, ¿o me equivoco?
— De nuevo, lamento haberlo molestado — Se excusó el muchacho, sinceramente.
— No te preocupes, como te dije, no era indispensable mi presencia en el lugar donde me encontraba — Dijo Ryo, cortando una nueva llamada por parte de Yuya a través del bolsillo de su pantalón —. Me gustaría ayudarte con tu madre... ¿Por qué no le contratamos una enfermera?
—  Por favor, no lo haga.
— Como te dije en el auto, es un préstamo.
— ¿Y cómo se lo pagaré?
—  Convirtiéndote en el más brillante de los idols.
— Eso es imposible. Tegoshi-san  me odia.
— Bueno..., si te odia..., por algo será — Tadayoshi lo miró —. La verdad nunca he visto a alguien que pudiera hacerle frente a Tego, ni siquiera... a alguien que pudiera llegarle a los talones. Él es único, especial... pero como verás, tiene un carácter bastante peculiar. En cambio tú eres... ¿Cómo decirlo...? Transparente. No ocultas tus sentimientos. Y estoy seguro que frente a las cámaras, serás igual. Y lo que teme Tegoshi es...
— Ser reemplazado.
— Así es. ¿Estuviste hablando con Maru y Sho-chan? — Preguntó, sonriendo.
— No. Él me lo dijo. Tegoshi-san me dijo que él era el reemplazo de los Kans... Lo siento.
— No te preocupes. Eso es lo que él quisiera, pero, ¿sabes algo? Creo que si volvemos a estar todos arriba de un escenario, por supuesto que sobrepasaremos a Tegoshi. Aún con el paso de los años, estoy seguro que nuestro brillo sigue estando ahí, que nuestras canciones siguen estando grabadas en los corazones de nuestras fanáticas.
— Yo también creo lo mismo.
— ¿Eras fanático nuestro tú también?
— Por supuesto que sí. Aunque era muy pequeño. Quizás... fue por ustedes que quise ser un idol...
— Te haces llamar fanático, pero no me reconociste cuando fui a buscarte.
— Lo siento mucho. Aunque mirándolo con detenimiento... no ha cambiado nada en todos estos años — Le dijo, después de estar unos segundos mirándolo fijamente.
— Bueno... Supongo que debo agradecer eso.
— Ahh, me hubiera gustado mucho haberlos visto en vivo al menos una vez cuando era pequeño.
— Quizás... Pueda hacer una función personal para ti.
— ¿En serio? ¡Muchas gracias! — Agradeció Tadayoshi, con una sonrisa de oreja a oreja.
— Bueno, Okura-kun, creo que es hora de que yo vuelva a casa — Dijo Ryo, levantándose.
— Tiene razón, ya es tarde — Dijo el muchacho, imitando sus acciones —. Gracias por venir, Nishikido-san, y de nuevo, lamento haberlo molestado.
— No es nada. Te estaré comentando cuando encuentre a la enfermera indicada para tu madre.
— Está bien. Muchas gracias.
Ambos se despidieron y Ryo abordó el ascensor que lo llevaría a la planta baja.
— Los niños de hoy son tan ingenuos — Dijo, una vez dentro, relamiéndose la comisura.

Yuya estaba sentado en una silla hecha a su medida, esperando al siguiente reportero que llegara para hacer una sesión de fotos con él. Buscaba por todos lados algo para entretenerse, pero su presa no parecía estar ahí, así que llamó a Toma con un reiterativo chasquido de dedos.
—  ¿Sí?
— ¿Y Okura?
— ¿Okura-kun? Mhh... Parece que hoy no ha venido.
— Ya lo sé — Remarcó el rubio —. Quiero saber por qué no vino. ¿Como es posible que Ryo-chan deje entrar a la empresa a un cualquiera que al segundo día de trabajo ya no se presenta a trabajar?
— ¿Quiere que vaya a averiguar por qué no vino?
Yuya lo miró y le sonrió.
— ¿Es mucho pedir? — Dijo, con marcada soberbia —. Si puedes averiguarlo para hoy a la noche, sería maravilloso.
— Lo intentaré — Dijo el muchacho, con visible entusiasmo.
— Los hombres son tan fáciles de convencer cuando les pones una cara bonita enfrente — Dijo Yuya, casi susurrando, una vez su asistente se alejó de su vista.
— ¿Necesitan ayuda? — Preguntó Toma a Ryuhei y Shota, quienes intentaban clasificar ciertas prendas en un perchero.
— Por favor — Le pidió Ryuhei —. Cuando Tegoshi se cambia de ropa ni siquiera tiene la decencia de dejarla en su lugar.
— Maru — Intentó detenerlo Shota, mirando a Yuya.
— ¿Qué? Si igual no va a escucharme desde aquí. E Ikuta-kun no va a decirle nada, ¿verdad?
— Claro que no — Sonrió Toma —. A propósito, ¿dónde está Okura-kun? Pensé que trabajaba con ustedes...
— No. Ryo le tiene preparado algo especial — Dijo Shota.
— Ahhh... Entonces, ¿hoy está trabajando en otro sector de la empresa?
— No, hoy se tomó el día.
— Ya veo. ¡Qué envidia! En lo que a mí respecta, creo que por cuatro años no conoceré el significado de esas palabras.
— Menos con alguien tan pedante como lo es Tegoshi — Dijo Ryuhei.
— Se ve que no le cae del todo bien, Tegoshi-san, ¿no? — Preguntó Toma.
— Sinceramente, creo que desde ayer le está cayendo peor que nunca — Reconoció Shota.
— ¡Perdóname por no poder hacer que las palabras de un pendejo me entren por un oído y me salgan por el otro, Sho-chan! — Ryuhei y Toma se lo quedaron  mirando, al igual que el resto de los presentes que llegaron a oír sus palabras —. Lo siento. Voy a ir a tomar un poco de agua.
— Perdón... Creo que dije algo que no debía — Dijo Toma.
— No te preocupes, no fue tu culpa. ¿Me disculpas? Iré a hablar con él.
— ¡Ah! ¡Yasuda-san!
— ¿Dime?
—  ¿Sabe por qué Okura-kun se tomó el día?
— Por lo que sé... su madre se encuentra en el hospital.
— Ah... Ya veo... Yo seguiré ayudando aquí hasta que Tegoshi-san me llame, ¿de acuerdo?
— Muchas gracias — Le dijo el mayor, con una sonrisa, antes de irse con pasos rápidos por el mismo camino tomado por Ryuhei. Lo encontró sentado en el pequeño banco frente a la expendedora automática de bebidas, tomando su refresco favorito. Shota sonrió, se le acercó y lo abrazó por detrás.
— ¿Qué haces? — Le pregunto Ryuhei, sonriendo.
— ¿Mejor?
— Mhh... No del todo.
Shota sonrió y apoyó una de sus piernas sobre el asiento para acercarse a él, aún estando a sus espaldas y besar dulcemente sus labios.
— ¿Ahora?
—  Ahora sí — Suspiró el aludido, acariciando el brazo de Shota —. Perdón por haberte gritado...
—  No tienes nada de qué disculparte. Tienes razón. Pero, Maru..., ¿pelearte con una criatura? Mira que estás grande...
— A Ryo no le importa eso...
— Bueno, Ryo... es Ryo. Y tampoco le importa mucho el hecho de que sea un hombre...
— Es verdad. Me pregunto qué le verá para encamarse con él...
— No quisiera saberlo.
— Sí, mejor dejemos el tema ahí. ¿Quieres? — Le preguntó, extendiéndole la lata que estaba bebiendo.
— No, gracias. Volviendo al tema de Tegoshi... Sabes que él nunca podrá alcanzarnos. No tienes por qué ofuscarte de ese modo.
— Conozco a alguien que quizás lo hará...
— Okura, ¿no?
— Sí. Aunque le falta mucho, tiene algo, Sho-chan. Tiene algo especial. Y si puede alcanzarnos a nosotros, podrá fácilmente aplastar a Tegoshi.
— Es lo segundo lo que verdaderamente quieres, ¿cierto?
Ryuhei sonrió.

Parte de su trabajo era esperar a Yuya hasta el final del día y llevarlo hasta su casa. Ambos estaban regresando al departamento del rubio a bordo de una lujosa camioneta negra. Después de haber estado un rato pegado a su teléfono celular, el mayor bufó y le dirigió toda su atención.
— ¿Pudiste averiguar algo?
— Okura-kun faltó porque su madre está en el hospital.
— ¿En el hospital? ¿Desde cuándo?
Toma estaba por decir algo, pero cerró los ojos con fuerza y sonrió.
— Pero a cambio oí algo más que puede interesarle.
— Alégrame la noche, antes de que mate a alguien — Dijo Yuya, cortando una nueva llamada telefónica fallida.
— Maruyama-san y Yasuda-san dicen que Okura-kun está al nivel de los KS Boys — El ceño fruncido de Yuya lo penetró a través del espejo retrovisor —. Y dicen que si está a su nivel, va a poder superarlo a usted con facilidad.
— ¿Así que dijeron eso?
— Sí. También, ¿usted sabía que ellos son pareja?
— No, no lo sabía — Negó, haciendo una llamada telefónica, pero, de nuevo, nadie respondió al otro lado —. ¡La puta madre! ¡Cambiemos de ruta!
— ¿Eh? ¿Adónde?
— Sigue por la principal y dobla a la derecha cuando te diga. Ese hijo de puta no me va a dejar con la palabra en la boca.
Un encolerizado Yuya bajó de la camioneta una vez Toma estacionó. Le dijo que lo esperara ahí, que no tardaría demasiado. Entró al edificio del mismo modo, sin siquiera responder al amable saludo del portero. Su ira acumulada era tal que sus pensamientos lo estaban ensordeciendo. Estaba pensando cómo iba a reclamarle haberlo dejado la noche anterior. Tras abordar el ascensor, llegó al decimotercer piso y caminó con pasos fuertes al departamento número once. Su dedo se pegó al timbre hasta que el ocupante del departamento le abrió.
— Tego — Le dijo Ryo, sorprendido por su presencia.
—¿Dónde mierda te metiste anoche?
— Lo siento... Surgió un asunto que me fue imposible posponer.
— ¿Con quién estás?
— ¿Eh?
— ¿Por qué no me dejas entrar? ¿Con quién mierda estás?
Ryo se alejó para dejar que la fiera entrara a su territorio, pero aunque Yuya esperaba encontrarlo con alguien, lejos estuvo de hacerlo, ya que el televisor estaba encendido en el comedor, y parecía que después de haberse tomado una ducha reparadora, Ryo estaba a punto de cenar algo.
— ¿Por qué siempre me haces estas escenas de celos? — Preguntó el morocho, luego de haber cerrado la puerta, abrazándolo por detrás y besando sonoramente su cuello.
— ¡Porque nunca eres sincero conmigo, Ryo-chan! —Bufó el aludido, girándose luego para rodear su cuello con los brazos y besarlo en los labios —. ¿Por qué te fuiste anoche? Y dime la verdad.
Ryo se sentó en el sillón y cambiando de canal, comenzó a hablar.
— Me llamó Okura-kun. Cuando llegó a su casa, encontró a su madre inconsciente en el suelo.
— ¿Y por qué no llamó a alguien más? — El rubio recibió por respuesta los hombros de Ryo levantándose —. Te lo quieres cojer, ¿no?
— ¿Eh? — Preguntó el morocho, sonriendo.
— Síííííííí... Por eso lo trajiste a la empresa... Ahora entiendo todo...
— Y si quiero hacerlo, ¿qué? ¿No puedo? — Le preguntó, mirándolo.
— A mí no vas a cambiarme — Le dijo Yuya, de pie, detrás del sillón, mirándolo. Ryo también lo miraba, apoyando su cabeza contra la cabecera. El rubio acarició su cuello y se arrodilló para llegar a sus labios y apresarlos con pasión —. Yo no soy tu putita de turno...
— Entonces, ¿qué eres? — Le susurró Ryo, lamiendo luego el contorno de su oreja.
— Soy tu única puta — Respondió jalando luego sus cabellos.

Oyó una voz llamándolo a lo lejos. Cuando prestó atención y abrió apenas los ojos, vio un rostro familiar extendiéndole un vaso con café caliente con una hermosa sonrisa.
— Oye, Ikuta, despierta.
Su imaginación había sido demasiado bonita para ser real. Lo siguiente que sintió fue un vaso de café caliente apoyado sobre una de sus mejillas, por lo cual despertó, sobresaltado.
— Tegoshi-san — Dijo su nombre el muchacho, restregándose los ojos.
— Ni siquiera trabaste las puertas. No sé como a alguien no se le ocurrió venir a robarte — Lo regañó el rubio, yendo al asiento trasero por en medio del asiento del conductor y el del acompañante —. Ah... También... Necesitas ayuda ahí abajo — Le dijo, sonriendo pícaramente, haciéndole una seña con una mano.
— Ahhhh... Lo siento.
— ¿Qué estabas soñando para ponerte así? — Preguntó, vertiendo dos sobres de azúcar en su vaso —. ¿Tan voluptuosa era esa mujer?
— No exactamente...
— ¿No me digas que estabas soñando conmigo? — Preguntó, pero que Toma hubiera desviado la mirada, le hizo dar cuenta que no estaba errado —. Ahh~ Ikuta-kun~ ¿Tuviste sueños húmedos conmigo~?
— Por favor, no diga eso.
— Si quieres la próxima vez te echo una mano — Le susurró, pegándose al asiento del conductor. Toma se quedó estático. No sabía cómo reaccionar —. Es una lástima que haya quedado satisfecho, pero la próxima vez, me comprometo a ayudarte, ¿sí, To-ma? — Susurró sensualmente su nombre. El aludido no dijo nada y emprendió un camino desconocido —. Después de dejarme en la agencia, puedes ir a tu casa, masturbarte, asearte, y después ir a averiguar algo para mí, ¿sí?
— S... Sí...
Yuya lo miró a través del espejo retrovisor, pero hasta que llegaron a la agencia, su mirada no se encontró con la de Toma ni un segundo. El chofer detuvo la camioneta en su usual lugar en el estacionamiento. La mano de Yuya atravesó su mirada, sosteniendo un pedazo de papel.
— Quiero que vayas a este lugar y le pidas una hoja de referencias para una enfermera. Dile que vas de mi parte y lo quieres ya, ¿de acuerdo?
— Sí — Respondió el muchacho, agarrando el pequeño papel que se le estaba siendo entregado.
— Y cuando vuelvas, te quiero limpito y perfumadito. Si cumples con lo que te pido, quizás te premie con algo a la noche — Volvió a susurrarle antes de irse, riendo bajito al terminar la frase.
Toma suspiró cuando Yuya se fue. Primero apoyó sus manos y su cabeza sobre el volante, pero luego, volvió a suspirar, y se sentó sobre su asiento, mirando el techo.

El piso asignado para Tadayoshi ese día era el número cinco. Al llegar allí, vio a su derecha una única habitación que ocupaba todo el piso. Estaba dividida por paredes de vidrio y en cada una de esas divisiones había un grupo de niños y adolescentes bailando. Ellos eran los que con deseos de ser alguien brillante como Yuya habían ingresado a esa empresa. Mientras caminaba a la puerta de entrada, les dio pena no poder decirles que jamás podrían llegar a ser como él, al menos no en ese lugar.
— Al fin llegas — Le dijeron, una vez entró. Un hombre de baja estatura, pero con un importante porte, se le acercó, de brazos cruzados.
— Lo... siento.
— Como castigo, me darás cien flexiones de brazos y cien abdominales.
— ¿Eh?
— Vamos, vamos, rápido, que no tengo todo el día — El grupo que él había estado dirigiendo era ahora quien lo miraba con lástima. Regañado, Tadayoshi cumplió con lo pedido, sin chistar —. Estás en forma, muchacho...
— Okura Tadayoshi..., señor.
— Okura. Estás en buena forma — Le dijo, palmeando reiteradas veces su abdomen.
— Nishikido-san me mandó aquí el día de hoy.
— Lo sé — Le dijo el aludido —. No vas a irte de aquí hasta bailarme absolutamente todas las coreografías de KS Boys sin errar un solo paso — Tadayoshi pestañeó varias veces hasta que recordó que podía responder a eso con algo.
— Pero..., mi horario...
— Eso también lo sé. Así que apresúrate, no queremos que llegues tarde, ¿no?

Toma llegó a una humilde casa en los suburbios. Se detuvo frente a la dirección que Yuya le había dado y volvió a oler el aroma de aquel papel, pero ya no habían rastros del perfume del rubio sobre él. Apagó el motor y descendió del vehículo. Tocó el timbre en aquella casa y esperó que abrieran al otro lado. Una mujer rubia y poco vestida le abrió.
— ¿Sí?
— Ah... Me... manda Tegoshi Yuya.
— Ah, Tego-chan, ¿qué quiere ahora?
— Necesita referencias para una enfermera.
— ¿Cuánto?
— ¿Eh?
— ¿Para qué mierda te manda? Bueno... Después hablo con él. ¿Para cuándo es?
— Para ahora.
— Se ve que a ese estúpido se le olvida que yo también tengo una vida.
— Izumi-chaaaaaaan — Oyó Toma desde adentro, decir a un hombre.
— Ya voy, Toru-chan — Dijo la mujer que respondía al nombre de Izumi —. Dame un segundo. Quédate quietecito aquí afuera, ¿si?
— S... Sí, claro.
La mujer no tardó más unos eternos quince minutos hasta regresar con una fina carpeta, la cual le extendió a Toma.
— Dile a Tego-chan que después lo llamo para arreglar lo otro. Él va a saber a qué me refiero.
— Está bien.
— También... dile que tú puedes ser una excelente forma de pago.
El aludido sonrió en forma nerviosa.
— Le diré. Hasta luego.
— Nos vemos, lindo.

Un hombre de traje bajó del ascensor en el quinto piso. Estaba absorto en su conversación con el manos libres, que hasta abrir la puerta de la sala de ensayos, no reparó en lo que estaba sucediendo. Todo otro ensayo se había detenido. El espectáculo era ver a Tadayoshi practicando todas las coreografías de los KS Boys.
— ¿Qué rayos sucede aquí? — Preguntó el recién llegado en voz baja.
— Murakami-san lo desafió.
— ¿Eh? ¿Hina? — Le preguntó al niño que le había respondido —. Te... llamo luego. Dame un segundo — Le dijo, a la persona con quien había estado hablando hasta el momento por teléfono —. ¿Quién es ese chico?
— Dijo que lo mandó Nishikido-san.
— Ahhh... Es ese chico — Susurró, sentándose en el suelo y quitándose el manos libres de su oído —. ¿Y cuál es el desafío?
— Debe aprenderse todas las coreografías de los KS Boys.
— Suerte con eso — Dijo el hombre, mandando un mensaje de texto.
Aunque era medianoche y el día laboral había terminado, la empresa estaba vacía porque todos estaban en el quinto piso, mirando a Tadayoshi intentando cumplir con aquel desafío propuesto por el coreógrafo de la empresa.
— ¿Yoko? ¿Qué haces aquí? — Le preguntó Shota al sujeto sentado en el suelo.
— No podía perderme esto por nada del mundo.
— Subaru te estuvo llamando todo el día — Le dijo Ryuhei, sentándose a su lado.
— Que espere. Le dije que podía encontrarme aquí.
— Es increíble, ¿no lo crees?
— ¿Eh?
— Okura-kun...
— Le falta una sola coreografía y se las sabrá todas.
— ¿Cuál? — Preguntó Shota.
Just ai.
— Ahhh... El solo de Ryo, ¿no?
— Hasta a él se le complicó para completarla.
— Ni siquiera Hina se la estuvo enseñando perfectamente.
— Es que esa coreografía tiene algo que sólo puede aportárselo Ryo-chan.
— Es verdad...
— ¿Todavía aquí?
— Hablando de Roma — Dijo Ryuhei, saludando al recién llegado Ryo desde el suelo.
— Oye, Ryo, has algo. Los chicos dijeron que ni siquiera pararon para comer. Es algo normal en Hina, pero Okura...
— Sí, me doy cuenta por lo agitado que está. Con permiso — Dijo, pasando al lado de unos chicos para llegar al centro —. Ese paso está mal. Hina, pon la canción desde el principio — El morocho se quitó el saco y se lo lanzó a Tadayoshi, quien pudo agarrarlo a centímetros del suelo. Ryo se remangó las mangas, se desanudó la corbata y guardó parte de la misma en el bolsillo de la camisa, para que no le molestara cuando bailara —. Y tú, Okura-kun, presta atención.

— ¿Pudiste hacer lo que te dije? — Le preguntó Yuya a Toma, ambos en el ascensor.
— Sí, aquí está — Respondió el aludido, entregándole la carpeta que había tenido entre sus manos todo el día.
— Muy bien, muy bien — Dijo Yuya, después de examinar su contenido palabra por palabra.
— Izumi-san también dijo que iba a llamarlo para arreglar...
— Sí, ya sé, ya sé — Bufó el rubio.
Cuando el ascensor se detuvo, los interrumpió la rápida carrera de la secretaria de Ryo, Sayuri, chocándose contra ellos.
— ¡Ah, Tegoshi-san!
— ¿Y Ryo-chan?
— Todos están en la sala de coreografías, ¿no se enteraron?
— ¿De qué?
— Murakami-san desafió a un chico nuevo a aprenderse todas las coreografías de los KS Boys, ¡y dicen que lo está logrando! ¡Hay que ver eso!
— Enseguida vamos. Estoy algo cansado, ¿puedo agarrar una botella de agua antes de irme?
— Por supuesto. Ya sabe dónde está.
— Gracias, Sayuri-chan — Le dijo Yuya, con una sonrisa falsa. Cuando la muchacha abordó el ascensor, el rubio se acercó a su escritorio y revisó todos los papeles que estaban sobre el mismo —. ¿Qué haces ahí parado?
— Ahh, lo siento — Dijo Toma, acercándose luego a él —. ¿Qué hay que buscar exactamente?
— Busca alguna carpeta o papeles donde veas referencias laborales. Hay que poner el de Izumi primero.
Después de una no tan extensa búsqueda, Toma halló lo que estaban buscando.
— Aquí está.
— Pon este antes que los otros.
Yuya le entregó la hoja que le había encargado a Izumi, y Toma lo colocó primero, antes de volver a poner todo como estaba. 
— Disculpe, pero..., ¿para qué es esto?
— ¿Sabes algo, Ikuta-kun? Te ves realmente más lindo cuando no haces preguntas que no debes.
— Lo siento — Sonrió el muchacho, siguiéndolo luego hacia dentro del ascensor —. ¿Al estacionamiento?
— No, vamos al cinco. Quiero ver que tanta maravilloso es Okura.
El camino al quinto piso era bastante largo. Yuya miraba de reojo a Toma, pero él no parecía inmutarse por eso. Parecía estar en su propio mundo. De repente, el ascensor se detuvo y Yuya empujó a su asistente contra uno de los laterales del ascensor, sorprendiéndose el morocho por su accionar.
— ¿Tegoshi...-san...? — Cuando quiso reaccionar, Toma sintió sus labios siendo apresados fogosamente por el rubio y sus manos siendo entrelazadas a las suyas. Aquel beso se estaba volviendo cada vez más apasionado, cada vez más peligroso. De repente, Yuya lo soltó. Sus mejillas estaban rojas y su respiración estaba entrecortada. Volvió al tablero del ascensor, y dejó que el mismo siguiera descendiendo hasta el quinto piso —. ¿Y eso?
— Se me antojó besarte.
— ¿Se le antojó?
— Sí. Así como se me antojó contratarte. Además, puedes tomarlo como un adelanto — Dijo, mirándolo para sonreírle pícaramente.
Cuando finalmente el ascensor llegó al quinto piso, se dieron cuenta que en ese piso no cabía una sola persona más. Hasta habían varias personas sentadas sobre los hombros de otras para poder ver algo de lo que se estaba desarrollando en la sala principal. Con pasos lentos pero seguros, Toma y Yuya lograron llegar para ver los últimos pasos de Just ai.
— ¿Por qué están bailando juntos? — Preguntó Yuya.
— A Okura no le salía el último paso, así que Ryo le enseñó los pasos de toda la canción — Respondió Ryuhei, mirándolo de reojo, sentado en el suelo.
— ¡No! ¡No! ¡Así no! — Exclamó Ryo, ocasionando que la música sea interrumpida de nuevo —. Ponla desde el último estribillo. Okura-kun, en esta parte debes demostrar sensualidad. Y la verdad..., tú no demuestras nada.
Yuya sonrió, satisfecho por aquella respuesta.
— Parece que el chico maravillas no es tan...
Las palabras del rubio fueron interrumpidas al ver cómo Ryo sostenía el cuerpo de Tadayoshi, cómo sus manos tocaban su cuerpo del mismo modo en que lo hacía con él. Sus manos acariciaban todo su contorno para poder explicarle cómo debía moverse con aquellos acordes finales. Cuando la música terminó, el cuerpo de Tadayoshi estaba pegado al de Ryo, podía sentir su cálido y excitado aliento sobre su cuello, su respiración agitada, su voz jadeante sobre su oído. Él tragó en seco y se alejó una vez Ryo aflojó su agarre.
— ¿Y bien? Demuéstrame qué tan idol puedes llegar a ser.
La música empezó a sonar por centésima vez. Y esa vez, la coreografía fue perfecta, deslumbrando a todos con una sensualidad inclusive mayor a la que Ryo transmitía sobre el escenario. Cuando finalizó, les dedicó una reverencia a todos, pero lejos de quedarse aplaudiendo, Yuya salió del lugar llevándose a Toma a la rastra.

— Ese imbécil... ¿Quién se cree que es...? — Bufó, dentro del vehículo en el cual estaba siendo llevado a su casa —. Oye, ¿tienes algo que hacer ahora? — Le dijo a su chofer, después de un rato.
— Eh... No, ¿por qué?
— Te invito un café.
— De acuerdo.
El vehículo fue estacionado en el garage del edificio y subieron al ascensor hasta que Yuya descendió del mismo. Toma siguió sus pasos hasta entrar a uno de los departamentos. En el mismo, mientras el dueño de casa se deshacía de sus prendas con rapidez, él lo hacía lentamente, intentando registrar con lujo de detalles el hogar de aquel artista. De repente, su voz llamándolo desde otro sector de la casa, lo volvió a tierra.
— ¿Toma?
— Ah... Sí, ¡ya voy! — Con pasos torpes, el morocho llegó al cuarto de Yuya, donde él lo esperaba acostado sobre los pies de la cama, cubierto con una fina sábana de seda y con los brazos extendidos —. Ven aquí...
— ¿Tegoshi-san?
— ¿Qué? ¿No vas a venir a reclamar tu premio?
Aunque muchos decían que su voz era la de un ángel, para Toma, en ese momento, fue la del mismísimo demonio, susurrándole para que sucumbiera ante su propia lujuria.